El artista del cristal

Ópera prima de Usman Riaz, artista nacido en Pakistán en 1990 que, además de animador, es compositor y firma la banda sonora de esta película. El artista del cristal es el primer filme animado de Pakistán, en coproducción con Estados Unidos, y se presentó en los festivales de Annecy, Sitges y la Seminci.

Esta película de animación se desarrolla en un reino ficticio en una época atemporal, donde el joven Vincent y su padre Thomas dirigen un taller artesanal de vidrio. La llegada a la ciudad de un prestigioso coronel con su hija trastocará sus vidas, dado que, por un lado, Vincent se enamorará de su hija y, por otro, la guerra obligará a todos los ciudadanos a posicionarse y llamará a los hombres a filas.

Resulta elogiable la animación tradicional de esta cinta paquistaní, pues ofrece imágenes preciosas, una amplia gama de tonos y colores y unos trazos muy delicados en su definición de los objetos y las personas. La luz, además, está recreada con suma delicadeza, y constituye un elemento imprescindible en el relato, tanto en los momentos referidos al trabajo artesanal en la elaboración del vidrio como durante las escenas bélicas y en el desarrollo de los efectos. Su estética, de estilo steampunk, puede recordar a otros títulos de animación como Metrópolis (Katsuhiro Ōtomo, 2001), Steamboy (Katsuhiro Ōtomo, 2004) y El castillo ambulante (Hayao Miyazaki, 2004), en su ideación de un mundo a la par futurista y victoriano, al estilo de Julio Verne.

Sin duda, la película tiene un marcado carácter antibelicista. Apenas se esgrimen las causas del conflicto y, realmente, el desarrollo de la contienda ocupa un segundo plano: lo único trascendente es cómo afecta su estallido a la vida de los personajes del relato.

La historia ofrece secuencias de gran valor y agudas reflexiones acerca de la relación paterno-filial, la valentía y la futilidad de la guerra, pero, pese a todo, el conjunto no es del todo satisfactorio. Aqueja un ritmo tedioso en su primer tramo, y posiblemente el final sea un poco inverosímil, lanzando al aire varias preguntas sin resolver. Por otra parte, están presentes en el relato ciertos elementos de carácter fantástico que no terminan de entrelazarse bien con el carácter más bien realista de la trama.

Aun con todo, permanece en definitiva un relato entretenido, de ritmo pausado, de oportunos saltos temporales en su narración de los acontecimientos y que mantiene hasta el final el interés por los desvelos de Vincent y Thomas.