El color del paraíso: ¿De qué color es
la piel de Dios?

El color del paraíso | Poco a poco, el cine iraní se está haciendo un hueco en las pantallas de todo el mundo. Fue sin duda Abbas KiarostamiA través de los olivos (1997)- quien abrió la brecha y luego le han seguido cineastas como Mohsen MakhmahalbafKandahar (2001)– y el que nos ocupa, Majid Majidi. Que no es un recién llegado precisamente. Su anterior película Niños del cielo (1997), ya estuvo nominada al Oscar como mejor película extranjera, y es un abonado a los premios internacionales.

Si hay una constante en el cine iraní es la de acudir a niños a la hora de contar sus historias. En ellos reflejan una sociedad que lucha por romper amarras con su aislamiento sin destrozar las peculiaridades de su cultura. Con frecuencia suelen ser los protagonistas de un montón de historias sencillas de cierto aire neorrealista. En esta ocasión el niño es ciego, pero eso no le impedirá ver más que los que le rodean. El pequeño Mohammed (Mohsen Ramezani) se verá envuelto por un paisaje espectacular que en principio nos parece ajeno a él por sus limitaciones visuales, pero es quien más lo disfruta al ser el único que intenta descifrar los misterios de la naturaleza. Su ceguera física es la que le catapulta a buscar más allá de la simple belleza material.

El director contrapone la figura del niño a la de su padre. Mohammed es alegre y vital, el padre es triste y negativo con un gran bagaje de cobardía. Las ilusiones del chico son cortadas continuamente por su padre, que va perdiendo las suyas y que no ve más allá de su egoísmo a pesar de gozar de perfecta vista.

A Majidi no le preocupa tanto el acercamiento social, el estudio antropológico de unos personajes y de unas tierras exóticas, sino la búsqueda de Dios que hace el niño, aunque sea por el inusitado método braille aprendido en la escuela. Por medio del tacto intentará interpretar las palabras formadas por las piedras de los ríos, buscando sentido y respuestas en la naturaleza. Majidi no hace sino profundizar en aquel secreto que el zorro enseñaba al Principito: «lo esencial es invisible a los ojos».

Es una película que, a pesar de su profundidad, tiene la virtud de aparentar sencillez. Vamos, que no es un tostón con pretensiones. Muestra no sólo un sentido poético y metafórico de la realidad, sino también un retrato minucioso de la búsqueda vital de un niño. Trata de capturar el hálito breve del tiempo y la belleza en sus grandes encuadres de paisajes, sus cámaras lentas bajo la lluvia y sus largos planos de la niebla disipándose. Y sabe Majidi sacar gran partido al introducir al espectador en el mundo del protagonista jugando con el sonido de forma sorprendente, como pulsión evocadora e incluso aterradora.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Hashem Attar, Mohammad Davudi
  • Música: Alireza Kohandairy
  • País: Irán
  • Distribuidora: Civite Film
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Reseña
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Escritor de relatos de terror y misterio, y guionista de cine y televisión. Admirador de Ford, Kurosawa, Spielberg y Hitchcock, no necesariamente en este orden