El cuento de la princesa Kaguya: Trazos de realidad
· Cuidada hasta el más mínimo detalle, la película no innova únicamente desde un punto de vista técnico; también lo hace desde un punto de vista narrativo.
El cuento de la princesa Kaguya (estrenada en Japón en noviembre de 2013) supuso la vuelta a la gran pantalla de Isao Takahata. Desgraciadamente a la sombra de Hayao Miyazaki, el otro co-fundador del estudio de animación japonés más influyente del mundo, ha ido construyendo una carrera cinematográfica basada en el desafío, la innovación y una profunda reflexión sobre la realidad y la cultura japonesas. Sin embargo, el fracaso comercial de Mis vecinos los Yamadas, en el año 1999, provocó que el director se retirara a un discreto segundo plano por miedo a volver a repercutir negativamente en el frágil equilibrio económico de Ghibli.
Gracias a la perspicacia de Toshio Suzuki (ex-productor y gran estratega de la compañía) y a la insistencia y tenacidad del joven Yoshiaki Nishimura (productor de esta obra y de El recuerdo de Marnie), Takahata accedió a dirigir un nuevo filme. Basado en la que se considera la primera novela japonesa del país del Sol Naciente, El cuento del cortador de bambú (S.IX), el ambicioso proyecto ha implicado ocho largos años de desarrollo, un periodo de tiempo en el que Ghibli ha estrenado Ponyo (2008), Arrietty (2010), La colina de las amapolas (2011) y El viento se levanta (2013). Como resultado, el director nos ha regalado una de las películas más hermosas e interesantes de la historia de la animación.
Como una evolución lógica desde su anterior trabajo, el cineasta rompe con las convenciones del cine comercial y profundiza en la técnica empleada en Mis vecinos los Yamada; su objetivo: abandonar el acetato para unificar personaje y decorados. Muy próximo al estilo del fallecido animador canadiense Frédéric Back, la estética del filme se caracteriza por trazos sucios y rápidos -a modo de bocetos- donde el espacio en blanco juega un papel fundamental. Isao Takahata es un gran experto en pintura japonesa y uno de los intelectuales que reivindica los orígenes del manga y el anime en la pintura del siglo XII. Por tanto, el espacio en blanco adquiere en su última película suma importancia, en continuación con una larga tradición artística de lo inacabado en la que se espera que sea el espectador el que complete la obra. El cuento de la princesa Kaguya esconde multitud de referencias a este legado pictórico, lo que no impide que Takahata juegue con una absoluta libertad con la técnica bocetada. El trazo y la paleta cromática irán dictados por las emociones de la protagonista, lo que conlleva que el dibujo tienda a la abstracción y a que los colores se apaguen en los momentos de mayor desesperación de Kaguya. Buen ejemplo de este uso narrativo y estético es la huida de la princesa de su casa, en una escena de una fuerza y una belleza abrumadoras.
Para conseguir este extraordinario diseño de animación, el veterano director ha contado con la colaboración de dos personajes clave del Studio Ghibli: Osamu Tanabe -con quien lleva trabajando desde La tumba de las luciérnagas (1988)- y Kazuo Oga -conocido por su labor creando fondos para películas como Mi vecino Totoro (1988), La princesa Mononoke (1997) o El viaje de Chihiro (2001). El primero ha sido el encargado, en estrecha colaboración con Takahata, de los diseños de animación y personajes, y ha participado en el storyboard; mientras que Oga ha sido el responsable de la dirección de arte.
Cuidada hasta el más mínimo detalle -casi rozando la obsesión-, la película no innova únicamente desde un punto de vista técnico; también lo hace desde un punto de vista narrativo. En este aspecto, el guion, firmado por Takahata y Riko Sakaguchi, parece en sí mismo una sublime contradicción al ofrecernos una de las versiones más fieles y a la vez más transgresoras de El cuento del cortador de bambú. El director pone a Kaguya en el centro del relato -de ahí el cambio de sujeto del título- y lo convierte en una crítica feroz contra el patriarcado. Esta meditada estrategia le sirve para retomar algunos de los temas fundamentales de su filmografía: la tensión entre el campo y la ciudad, los horrores de la civilización, la reivindicación por la vuelta a una vida más sencilla y la opresión social de la mujer.
Profundamente sensible, desalentadora y hermosa, El cuento de la princesa Kaguya vuelve curiosamente a los temas que el cineasta abordara en la serie Heidi (1974), pero desde una perspectiva netamente japonesa. Pieza fundamental del cine de animación en particular y de la historia del cine en general, el último filme de Isao Takahata es una obra maestra, la más arriesgada película del Studio Ghibli; una joya con una animación prodigiosa, una poderosa banda sonora de Joe Hisaishi y un más que discreto y triste paso por las salas comerciales.
Ficha Técnica
- Guion: Riko Sakaguchi, Isao Takahata,
- Intérpretes: Tomoko Tabata, Kengo Kora, Aki Asakura, Takeo Chii, Nobuko Miyamoto,
- Dirección artística: Kazuo Oga
- Música: Joe Hisaishi
- Voces originales: Aki Asakura, Takeo Chii, Nobuko Miyamoto, Kengo Kora, Tomoko Tabata
- Duración: 148 min.
- Público adecuado: +12 años
- Distribuidora: Vértigo
- Japón (Kaguya-hime no monogatari), 2013
- Estreno: 18.3.2016