El espía honesto: ¿Poder absoluto?

· Crítica de El espía honesto | Estreno 5 de enero de 2022.
· La cinta está inspirada en hechos verídicos, los de una etapa cru­cial en la vida de un espía del ministerio de se­guridad de la RDA.

Franziska Stünkel (1973) es una rea­lizadora y guionista alemana, bre­gada hasta ahora en ocho pelí­cu­las, entre conciertos y videoclips rock, cortometrajes, documentales y largometrajes. Debutó en estos últimos con Vineta (2006), ficción donde exploró la perfecta imperfección de la vida bunkerizada.

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Ahora ofrece en El espía honesto (el título original es Nahschuss: ‘dis­paro certero’…) una meticulosa autop­sia del paraíso comunista ger­ma­no, escribiendo y dirigiendo otra fic­ción, inspirada ésta en hechos verídicos. Los de una etapa cru­cial en la vida de un espía del ministerio de se­guridad de la RDA, ese despiadado y vano espejismo de om­nipotencia omnisciente, llamado Stasi.

El espía honesto engrosa la rela­ción de producciones alemanas, de­dicadas a exhumar la kafkiana ver­dad sobre el mafioso entramado to­talitario, corrupto, extorsionador y criminal que fue la RDA. Entre otras, el documental La descomposi­ción del alma (Massimo Ianetta y Ni­na Toussaint, 2002), La vida de los otros (2006) y La sombra del pa­sado (2018), ambas de Florian Hen­ckel von Donnersmarck; Bárbara (Christian Petzold, 2012), En tiempos de luz menguante (Matti Ges­chonneck, 2017), Viento de li­ber­tad (Michael Herbig, 2018), etc.

El relato muestra, en su aparente sen­cillez, la complejidad de marco y panorama, pliegues y detalles, de un itinerario imbuido de atinado to­no personal, narrado con detenimiento y fluidez, a media voz y sin rui­do ni efectismos.

La forma trasluce bien el fondo. La dirección artística (interiores, mo­biliario, lámparas, vehículos, ves­tuario, selección musical…), apo­ya­da en fotografía e iluminación, con­forman una película pálida y des­vaída. Recursos que se adecúan tan­to al aspecto visual de la época re­creada (los años setenta del siglo pa­sado), como a la desoladora cróni­ca de barbarie legal. De hecho, los es­casos exteriores diurnos apenas con­tribuyen a iluminar una historia dominada por la creciente oscuridad am­biental y conceptual, enclaustrada en interiores físicos y laberintos éti­cos, emocionales, espirituales.

Más vertebral es, si cabe, el trabajo interpretativo. La depurada ac­tua­ción de Lars Eidinger trans­parenta un complejo y am­plio es­pectro emocional, simultáneo a la evo­lución del re­lato: es muy difícil en­carnar un cres­cendo dramático, fluc­tuante en re­gistros contradicto­rios (amor, in­ge­nuidad, firmeza, vul­nerabilidad, con­goja…). No va re­zagado Devid Striesow, co­mo el agen­te instructor en las ar­tes perver­tidas del control y la di­sua­sión, dotado de resquicios de hu­ma­ni­dad, sofocados por la psicopatía estructural.

Es vulgar, en cambio, la superflua ex­plicitación del sexo, semejante a la empleada con Paula Beer en La som­bra del pasado. Una tabula rasa de despersonalización, equiparable a la mutilada ética uniforme del per­sonaje: formado en el coactivo es­tatalismo socialista, asu­me como na­tural la imposición de una vida tu­telada.

El espía honesto hace comprensible la incompatibilidad del comunismo y el nazismo con una sociedad li­bre. Pero también cunde llegando al sostenido plano final, devastador por lo que muestra y por sus implí­ci­tas significación e implicación, com­pendio de ignominia humana.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Nikolai von Graevenitz
  • Montaje: Andrea Mertens
  • Música: Karim Sebastian Elias
  • Duración: 115 min.
  • Público adecuado: +18 años (X)
  • Distribuidora: Adso
  • Alemania (Nahschuss), 2021
  • Estreno: 5.1.2022
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Reseña
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Licenciado en Geografía e Historia (especialidad Historia del Arte) y Diplomado en Estudios Avanzados de Historia del Arte. Autor del libro “John Ford en Innisfree. La homérica historia de ‘El hombre tranquilo’ (1933-1952)”