El espíritu de la colmena

El espíritu de la colmena: 30 años después

El espíritu de la colmena | Víctor Erice (Vizcaya, 1940), es reconocido mundialmente por una obra muy escasa. En 1973 estrenó su primera película, que con el paso del tiempo se ha convertido en referencia obligada en la historia del cine español. Se reestrena ahora, después del homenaje que se le tributó en el último Festival de San Sebastián, donde en su día ganó la Concha de Oro.

Erice y Fernández-Santos -desde hace años crítico de cine del diario El País, cuentan una historia ambientada en un pueblo de la meseta castellana, inmediatamente terminada la guerra civil. En El Espíritu de la colmena, la vida transcurre morosa y rutinaria, en un entorno duro e in­hóspito, en el que sólo el cine aporta algún elemento ilusionante. Un hombre ajeno a todo, consagrado al mundo de las abejas y su melancólica esposa, refugiada en la evocación de un viejo amor perdido, conviven como extraños. Las dos hijas pequeñas, en este ambiente enrarecido, sobreviven su infancia, poblada de quimeras y pesadillas cinematográficas.

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La ópera prima de Erice desprende una mirada poética de gran sensibilidad, muy adecuada para el tono intimista de una historia muy pensada, con una trama muy leve. La exquisitez formal de Erice, su morosidad y un empeño recurrente por otorgar protagonismo a lo aparentemente secundario, convierten su cine en una experiencia irrepetible, ardua y tediosa, pero también reconfortante, especialmente en el formato original (el tratamiento de la luz que hace Luis Cuadrado es prodigioso). Al igual que en sus películas posteriores, el espectador puede acusar la descompensación -quizás buscada- entre el exquisito alarde formal y el desmayo minimalista de la intensidad dramática