El imaginario del Doctor Parnassus: Gilliam vuelve a ser Gilliam en la última de Ledger

Esta película pasará a la historia como la última en la que actúo Heath Ledger, pero lo más reseñable de ella es que nos devuelve, aunque sea en pequeñas dosis, a un gran cineasta que llevaba dando palos de ciego desde hace más de una década. Sería un poco ostentoso poner como titular que El imaginario del Doctor Parnassus supone la resurrección del mejor Terry Gilliam, porque la cinta tiene bastantes problemas y al fin y al cabo hablamos del director de Brazil (1985), pero sí que está a años luz de cualquier cosa que haya hecho después de Doce monos (1995). Y si no me creen, les invito a que revisen Tideland (2005).

Los problemas a los que me refiero residen fundamentalmente en una trama que nos engaña al principio, cuando parece aspirar a mucho y luego se queda en casi na­da. A grandes rasgos, para intentar no desvelar demasiado y porque es complicada y bastante incoherente, versa sobre un monje (Christopher Plummer) que hace mil años realiza un pacto con el diablo (divertidísimo Tom Waits) a cambio de la inmortalidad. En la actualidad el monje es un anciano desmoralizado y alcoholizado que viaja en un carromato por Londres representando un espectáculo circense junto a una troupe formada por un asistente, un enano y su hija. Un cambio parece avecinarse cuando rescatan a un hombre al que han intentado ahorcar y que ha perdido la memoria (Heath Ledger), que coincide con la reaparición del diablo reclamando una cláusula del pacto. Esta historia, que parece un Fausto light con variantes, se acaba convirtiendo en algo bastante insustancioso y artificial según se va desarrollando. Hasta el espectador menos avezado se da cuenta muy pronto que todo es una mera excusa en pos del regocijo formal. Algo que sería imperdonable para la mayoría de directores menos para Gilliam, un realizador que ha regalado al cine algunas de las películas más visualmente ambiciosas de su historia.

En ese aspecto, Par­na­ssus nos remite a los tiempos de Las aventuras del Barón Munchausen (1989), cuando el ex Monty Python parecía capaz de superar todos los límites a la hora de plasmar la imaginación en pantalla. Su nuevo filme vuelve a ser un derroche de inventiva visual, muy innovadora e impactante, especialmente la que se despliega cuando se nos cuenta la historia del protagonista en flashbacks o se nos muestra el Londres actual como nunca lo habíamos visto. Le puede sin embargo un poco a Gilliam el exceso de ambición cuan­do abusa de unos efectos por ordenador un tanto kitsch y cargantes al recrear una dimensión paralela en la que, volviendo a lo de no desvelar demasiado, los sueños, miedos y anhelos de la gente toman forma real.

¿Y qué decir de Heath Ledger? Pues que es muy difícil que repita el Oscar que ya ganó por su encarnación del Joker en El caballero oscuro. No es que sus dotes interpretativas hayan decaído, es que su papel da para muy poco. Las pocas ocasiones de lucimiento que ofrece están casi exclusivamente reservadas a tres secuencias en las que su personaje “entra” en la dimensión paralela. Por desgracia para él, son otros actores los que ocupan su lugar en esos momentos, que prestaron sus servicios de forma desinteresada para ayudar a acabar la película tras su muerte. Éstos son unos tales Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrell.

Ficha Técnica

  • País: Reino Unido, Canadá (The Imaginarium of doctor Parnassus, 2009)
  • Fotografía: Nicola Pecorini
  • Montaje: Mick Audsley
  • Música: Mychael Danna, Jeff Danna
  • Duración: 122 m.
  • Público adecuado: +18 años
  • Distribuidora: Sony Pictures
  • Estreno en España: 23.10.2009
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