El ministro de propaganda

Biopic del ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, realizado con inteligencia y sin maniqueísmo. La película comienza a finales de 1944, cuando la guerra se aproxima a su fin y la derrota es inevitable. Goebbels, que había creado un formidable aparato de propaganda, prepara su última puesta en escena. Un largo flash back cuenta su ascenso y su genialidad a la hora de orquestar grandes ceremonias que sedujeron a las masas, y crearon la imagen de un Führer grande que devolvería a Alemania el brillo perdido tras la Gran Guerra, y señalaba a los judíos como el gran enemigo.

Hay miles de películas acerca de la II Guerra Mundial. Pocas han abordado el régimen nazi y se han aproximado a aquellos líderes sine ira nec studio, consiguiendo una obra de calidad. Una de las primeras fue Hitler: los 10 últimos días, protagonizada por sir Alec Guiness. Más cerca de nosotros, El hundimiento contó la misma historia con mejores fuentes de información y, sobre todo, con una producción y un reparto alemán. La película de Joachim Lang, director y guionista, se aproxima a esta última. Con una mirada serena, basada en una información sólida, disecciona al personaje y lo muestra en toda su complejidad, comenzando por el ser humano, casado, esposo infiel, padre de familia, narcisista e hipócrita. Reconoce su excelencia técnica y su colaboración con los mejores profesionales de los medios de comunicación, a la vez que muestra su perfidia, su comprensión de la metodología para manipular que él mismo se encargó de mejorar para perpetuar su influencia y seguir medrando.

Antes del comienzo de la proyección, Lang explica que todo lo que muestra está basado en la realidad, que incluso los diálogos dramatizados están, en buena medida, tomados de discursos y grabaciones de Goebbels y Hitler. También gusta componer las secuencias superponiendo imágenes de archivo con su propia grabación. La alternancia del color y del blanco y negro sorprende al principio, pero recuerda que la reconstrucción de los hechos es fidedigna. La película, algo larga, resulta fascinante. La mezcla de reconstrucción con imagen de archivo, el modo de subrayar «el toque Goebbels», las grandes interpretaciones de Robert Stadlober (Goebbels), Fritz Karl (Hitler) y Franziska Weisz (Magda), son estremecedoras y sugerentes. Ayudan a comprender la época, aportan luz nueva y recalcan que el mal existe y está al alcance de todos; no hace falta ser un monstruo del averno para cometerlo; y su doloroso colofón: puede repetirse. Además, aporta un tema de rabiosa actualidad: la manipulación, que el régimen nazi elevó a la condición de arte (Goebbels lo creía), no es cosa pasada, sino que sigue vigente y es utilizada por cualquiera que se acerca a las esferas del poder. «La verdad es lo que yo diga» y «una mentira repetida mil veces se convierte en verdad» no son frases vacías. Lo comprobamos a diario.

Con ello llegamos al tema más discutible de este biopic. Lang exagera al considerar, no lo afirma, lo sugiere, que Goebbels fabricó a Hitler. Es un buen recurso cinematográfico unir el delirio del ministro a su creación, pero está claro que no fue así. Que su aportación fue importante, tal vez decisiva, pero Hitler tenía voz propia. Otros que llegaron después, con menos carisma, se apoyaron y apoyan más en los medios, que se encargan de controlar.