El nido vacío

El nido vacío: Crecer con Burman

Marta y Leonardo son un matrimonio maduro. Él es un escritor en horas bajas, ella está terminando los estudios de sociología que interrumpió cuando se casó. Tienen tres hijos que se han marchado a estudiar lejos de casa y se enfrentan a una nueva situación vital.
El realizador argentino Daniel Burman, presente en la sección oficial del Festival de San Sebastián 2008, siempre ha mostrado su habilidad para reflejar con oficio las etapas existenciales de una persona; si en El abrazo partido exploraba las relaciones de un hijo “adolescente tardío” con su padre, y en Derecho de familia se adentraba en la crisis de madurez de un padre de familia recién estrenado, en El nido vacío, y como su nombre indica, Bur­man bucea en la crisis de un hombre maduro que siente la necesidad de rehacer su vida y su matrimonio cuando los hijos se van de casa.

Como en los títulos anteriores, vemos ideas sustanciosas en el cine de Burman y no porque sean novedosas, sino más bien al contrario. Las historias que cuenta el cineasta argentino reflejan un sano y sabio sentido común que hace que el espectador conecte con sus protagonistas, en este caso un hombre aparentemente muy perdido que tiene un sencillo modo de encontrarse.

De todas formas, a la película de Bur­man le faltan dos elementos importantes: historia y humor. Le falta historia porque el andamio que sujeta la película es mínimo, los personajes apenas están esbozados y las escasas tramas secundarias son tan superficiales como etéreas: están ahí para que la historia avance, pero no tienen consistencia. Esa ligereza de las tramas se contagia al tono de la película, que es ligero pero al que falta chispa. La ausencia de humor se trata de suplir con unas cuantas secuencias oníricas que qui­zás no chirrían del todo, pero desde luego no ayudan a encontrar el tono de la pe­lícula. Porque otra opción es que Bur­man pretendiera hacer un drama, pero en ese caso lo que le falta a la película son muchas explicaciones.