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El romance de Astrea y Celadón

Eric Rohmer es un anciano de 87 años que siempre ha ido por libre y que se morirá muy probablemente de esta forma, fiel a una manera coherentemente sostenida de entender el cine, la literatura, la fotografía, la pintura, la música y el teatro

El romance de Astrea y Celadón (2007)

El romance de Astrea y Celadón: La fidelidad de Rohmer

El romance de Astrea y Celadón | Creo que a nadie se escapa la estatura intelectual de Eric Rohmer (Cuento de otoño), un anciano de 87 años que siempre ha ido por libre y que se morirá muy probablemente de esta forma, fiel a una manera coherentemente sostenida de entender el cine, la literatura, la fotografía, la pintura, la música y el teatro.

Comenzando de esta forma no pretendo -créanme- poner el parche antes de arremeter contra una película no especialmente lograda. Si hago esta advertencia inicial es porque me resulta interesantísima la exposición de motivos del director de dos obras delicadísimas como La marquesa de O y Perceval le Gallois, que da razón de la adaptación de un libro escasamente apreciado en la actualidad (un culebrón bucólico escrito en el primer tercio del siglo XVII por Honoré d’Urfé, que fue despachándolo durante la friolera de 21 años) para hacer una película: es emocionante y sugestivo escuchar las razones de un hombre sabio para seguir defendiendo una concepción “aristocrática” del cine que se niega a hablar en necio al vulgo.

Rohmer didáctico

“La historia -la sinopsis es del propio Rohmer– de El romance de Astrea y Celadón trata de un joven galo, Celadón el pastor, que es rechazado por Astrea, su prometida, porque ella cree que él le ha sido infiel. Celadón, desesperado, se arroja a un caudaloso río que le lleva hasta las llanuras donde las ninfas que gobiernan aquellos lares lo encuentran y le cuidan. Una de ellas, Galatea, le obliga a quedarse porque ella se quiere casar con él, pero otra ninfa, Leonida (que también está enamorada de él aunque respeta su amor por Astrea), le ayuda a huir sigilosamente. Pero ahora Celadón tampoco quiere volver a su pueblo, ya que Astrea le había prohibido que se presentara ante ella a menos que ella lo ordenara”.


“¿Absurda?”, se pregunta el propio director. “Desde luego que no. La novela gustó mucho a Les Précieuses (un movimiento literario femenino de la época), pero no es ni remotamente cursi ni por su vocabulario ni por su prosa, ni por ninguna de sus metáforas, inusuales pero hermosas. Su lenguaje nunca es abstruso ni enrevesado ni arcaico, como puede serlo a veces el de Corneille.

“¿Poco realista? ¿Ingenua? Posiblemente, pero la historia trata de comportamientos extremos que tenían su lugar en la realidad de aquella época y también en la nuestra. Lo que parece poco realista no son tanto los celos feroces de Astrea, ni la obediencia ciega de su orden por parte de Celadón, ni siquiera el hecho de que Astrea crea que el alma de su amado vaga por el lugar en el que se ahogó. Todas estas cosas son creíbles en el contexto de la época y también son creíbles en la actualidad. No, lo que parece poco probable es que ella no reconozca a Celadón pese a su disfraz. Parece que el autor, en su novela por fascículos, estaba empeñado en alargar el tiempo que ella tarda en reconocerle, y eso sugiere que él alimentaba la ambición más noble de hacer de “la ilusión” uno de los temas principales de la historia, como muchos de sus grandes contemporáneos barrocos, entre ellos Shakespeare, Cervantes y Corneille. Es cierto que el tema se desarrolla de forma muy ingenua en el libro, pero en el cine se puede tomar muy fácilmente, haciendo que parezca tan realista como queramos.

[…] Sentí una afinidad indiscutible entre la novela y mis obras de cine. […] Toda la novela se construye alrededor del concepto central de “la fidelidad”: la fidelidad de Astrea y su corolario: sus celos histéricos; la fidelidad de Celadón y su corolario: su obediencia ciega de la orden de Astrea de alejarse de su vista para siempre. Pero esta fidelidad no es puritana, permite libremente los atractivos de los placeres terrenales, siempre que la pareja sea indestructible: “Que él nunca piense que su amor ha de menguar” está inscrito en la duodécima tabla de las Leyes del Amor.

De la misma forma, he notado que el tema de la fidelidad está presente de forma prácticamente constante en mis películas, ya sean Mi noche con Maud o Cuento de invierno, La coleccionista, Las noches de la luna llena o muchas otras. Mi obra de teatro Trío en mi bemol se construyó sobre un mecanismo de suspense parecido al de L’Astrée, aunque todavía no había leído la novela. Tiene un personaje que se niega, con la obstinación loca de Celadón, a pronunciar la palabra que impulsará a su novia a decir la frase que él está esperando, porque la frase crucial tiene que salir de ella espontáneamente. Y así puedo ser fiel a mí mismo a la vez que soy fiel al autor original, como lo fui en La marquesa de O y Perceval. […]

L’Astrée es el legado más destacado que queda en la literatura francesa, y posiblemente europea, de la Contrarreforma. Fue un movimiento más conocido por su influencia en las Bellas Artes, como la pintura sensual de Rubens y Caravaggio o el arte escénico de Carracci, Reni, Domenichino y Parmigianino, y sobre todo el estilo de arquitectura llamado “jesuita”, un epíteto perfectamente adecuado para el mismo Honoré d’Urfé, que sirvió bajo el estandarte de la Liga Católica en la guerra contra los protestantes. Es también apropiado para sus personajes, a los que les gusta el argumento casuístico; eso queda latente en Astreay Celadón, pero es evidente en Lycidas, Sylvander y, especialmente, Adamas el druida, a quien vemos educando a Celadón con un discurso ampliamente ecuménico sobre las relaciones entre las religiones paganas y cristianas, con una argumentación muy cercana a la que Pascal criticó en Les Provinciales.

Las películas de época

Mis “películas de época” no forman una serie como los Cuentos y los Proverbios, pero he notado que tienen algo en común por la forma en que son recibidas por el público contemporáneo. Pretenden hacer que una historia del pasado nos resulte más viva y más cercana y lo consiguen, no por cubrirla con un barniz de modernidad y unas cuantas referencias contemporáneas, sino por la magia del cine, una verdadera resurrección, un auténtico viaje en el tiempo.

Creo que logré este objetivo en parte en La marquesa de O, Perceval, La inglesa y el duque y Triple agente. L’Astrée se ofrece ahora como una oportunidad nueva y maravillosa para completar la serie”.

Por mi parte, más como crítico y estudioso versado en la obra de Rohmer que como espectador, me sigue alegrando enormemente encontrarme con el viejo Rohmer -profesor de literatura, redactor jefe de Cahiers– aunque sea en una película menor, casi una TV movie, rodada en super 16 mm. (vaya si se nota) con un diseño de producción tan espartano que uno se pregunta si está para la exhibición comercial. De esta coproducción española (González Macho puede estar orgulloso) me quedo con unas interpretaciones verdaderamente magníficas y la estrategia de Rohmer para minimizar el carácter intensamente disgresivo y moroso de la obra adaptada, guardándole una exquisita fidelidad.

Ficha Técnica

  • País: Francia (Les Amours d’Astrée et de Céladon, 2007)
  • Diane Baratier
  • Mary Stephen
  • Jean-Louis Valero
  • Golem
  • 107 minutos
  • Adultos
  • 7.IX.2007
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Reseña
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Profesor universitario de Narrativa Audiovisual, Historia del Cine y Apreciar la belleza. Escritor
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