El Señor de los Anillos. La comunidad del anillo: Paso al mito
El Señor de los Anillos. La comunidad del anillo | Hacia tiempo que no me ocurría. He tenido que ver dos veces una película antes de hacer la crítica. La primera -doblada- me dejó una sensación de sí pero no. La segunda -VOS- me instala en un sí pero sí, con algunas objeciones.
Después de las tres horas de película, uno sale del cine contento pero no entusiasmado. El trabajo de Peter Jackson es bueno pero no muy bueno. Para los que estamos convencidos de que el libro de Tolkien es uno de los grandes relatos de la historia de la literatura, la sensación de insatisfacción es razonable porque gran parte -la mayor- del secreto narratológico de El señor de los anillos reside en la creación de los submundos míticos que cimientan el clima de leyenda heróica que impregna el relato por doquier. Para meternos en el paisaje de su epopeya, Tolkien se toma su tiempo, siembra semillas que germinan en el humus lingüístico de una tierra de epítetos altisonantes que colorean la majestad altiva de las criaturas de Ilúvatar, el creador inolvidable de la teología tolkieniana vertida en El silmarillion. Hay en El señor de los anillos mucho más que una peripecia aventura. Como toda gran obra literaria, va y vuelve continuamente sobre los universales hasta encarnarlos en la particularidad de cada personaje.
Méritos y reservas en El Señor de los Anillos. La comunidad del anillo
Jackson y su equipo han arrostrado un reto muy exigente y se hacen acreedores de elogio: negárselo sería incurrir en una injusticia, quizás hija del desconocimiento de la complejidad del relato de Tolkien. Puestos a enumerar méritos, el casting es formidable, las localizaciones bellísimas, prodigiosa es la ideación de Hobbiton, Isengard, Bree, Rivendel, Lorien, Argonathy Moria. La narración audiovisual de la estancia de Gandalf en la Comarca y de la celebración del cumpleaños de Bilbo es sobresaliente. El montaje es bastante correcto y casi siempre rítmico.
Claramente objetable me parece, en cambio, ese prólogo con voz en off, que debiera haberse trasladado a la sala de estar de Bolson Cerrado y ponerse en boca de Gandalf, que relataría la historia del anillo a Frodo. La opción que se ha tomado parece una concesión a la arquitectura de guión que reina desde hace dos decenios en Hollywood: comenzar en punta. No creo que nadie con sentido común pueda defender la mediocre banda sonora de Shore, muy por debajo del nivel técnico de la película. Una banda sonora que en algunos momentos es bochornosamente inadecuada y molesta. Se hace en dos o tres ocasiones un uso bastante macarra del zoom y hay una columpiada de raccord en el asaetamiento de Boromir (gran interpretación de Sean Astin).
Al personaje de Trancos-Aragorn le falta alma, versatilidad (desde que supe que se haría la película, pensé que sería el personaje más difícil y creo que acerté). No se matiza bien la lealtad de Sam, que debiera aparecer más claramente definido como servidor de Frodo. A este respecto, la secuencia de la partida de Frodo en la barca está resuelta con una torpeza que desentona en el acertado tono general de la adaptación.
¿Pero dónde está Bombadil?
Algunos criticarán la omisión de varios pasajes del libro (especialmente el de Tom Bombadil). Me parece muy normal porque evidentemente era necesario aligerar el relato para que su lectura cinematográfica cupiese en 180 minutos (que para mi gusto debieran ser menos, hasta quedarse en 150). En este sentido, me parece sensato que se obvie ese complejo episodio -por otro lado fascinante- y que se empleen licencias para anticipar la presencia de un personaje femenino (Arwen, encarnada por la muy hermosa Liv Tyler). La otra actriz, Cate Blanchett compone una Dama Galadriel magnética y hechicera. Me hubiera gustado ver a Gimli caer rendido ante su dulzura, hasta el atrevimiento de pedirle un mechón de su cabellera.
Creo que a la espera de Las dos torres, la segunda película, no viene mal un consejo para navegantes: el libro siempre espera al que quiera reavivar en plenitud su amor por la belleza fría y desesperada de Eowyn, Señora de Rohan. La abnegada valentía del Señor Faramir está lista para ser admirada. Podemos volver a mirar compadecidos en el corazón marchito del orgulloso Denethor. La fascinante jovialidad del milenario Barbol se esconde en las hojas de Fangorn. Aguardan el fragor de la batalla de los campos de Pelennor y el hedor polvoriento que levanta el tosco calzado claveteado de los Urukhai. Y entregarse a la libertad de la lectura: yo, mi libro y mis fantasmas.
Hubiera sido terrible…
Considérese, lo terrible que hubiera sido haber tenido que decir a Jackson aquello de D’Ors a la becaria yanki que venía -deconstrucción en ristre- a hurgar en sus poemarios: «Quita tus puercas manos de mis sueños». No fue así. Deo Gratias. Alabados sean con grandes alabanzas los personajes de Tolkien, agua fresca para un mundo con la boca rota por la sed de héroes, de gesta, de honor, de lealtad y sacrificio, de amor y compasión, de esperanza y redención. No nos sorprendamos si algún gañán tuerce el gesto ante estas sonoras y altas palabras, y se apresura -enfundado en una camiseta negra con el Ojo Sin Párpado- a cambiar la tele de canal o a subir el volumen del diskman, a esperar que se le pasen las ganas de imitar las virtudes que brillan en el trasfondo de las correrías de Gandalf y cía. Espero que otros, animados por esta notable película, no se paren en Tolkien y visiten la sorprendente obra del único poeta épico y activo de la literatura hispana, Julio Martínez Mesanza, atrincherado en su Europa almenada de catedrales.
Ficha Técnica
- Dirección: Peter Jackson,
- Guion: Fran Walsh (screenplay), Philippa Boyens (screenplay),
- Intérpretes: Viggo Mortensen, Sean Astin, Ian McKellen, Elijah Wood, Liv Tyler, Billy Boyd,
- Música: Howard Shore
- Fotografía: Andrew Lesnie, A.C.S.
- Efectos especiales: Richard Taylor
- País: EE.UU.
- Año: 2001