El silencio antes de Bach: La música y la vida

Pere Portabella (Figueras, 1929), comenzó su andadura cinematográfica por los años 50. Produjo películas de relieve en la historia de nuestro cine como Los golfos (Carlos Saura, 1959), El cochecito (Marco Ferreri, 1960) o Viridiana (Buñuel, 1961). Su filmografía como director –Nocturno 29 (1968), Vampir-Cuadecuc (1970), Umbracle (1972), Informe general (1976)- es hoy objeto de retrospectivas y se exhibe en museos.

Pasados 17 años desde su última película, El pont de Varsovia (1989), durante los cuales se ha dedicado activamente a la política, vuelve con El silencio antes de Bach. Bajo este título -el director busca siempre aquéllos que no cuenten nada- se esconde una obra sorprendente: innovadora en su narrativa y bella en su exposición.

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Johann Sebastián Bach llega a Leipzig con su familia. Va a ocupar el puesto de cantor en la Escuela de Santo Tomás. Hasta aquí, la sinopsis podría ser la de un biopic al uso. Sin embargo, la genialidad reside en cómo está contado.

El silencio antes de Bach
El silencio antes de Bach

Portabella domina la narrativa no convencional (la estructura que él llama del andamiaje). Juega con el espacio y el tiempo, bebiendo de influencias de grandes como Sokurov y Tarkovsky. Y paulatinamente el espectador se imbuye en la rica personalidad, en el espíritu, en la forma de trabajar del padre de la música, a través de un aparente caos de imágenes y sonidos que juegan con tres siglos de historia: XVIII, XIX y XXI, sin externa relación causa-efecto.

Esta interesante arquitectura desestructurada llena de fuerza narrativa y estética cada una de las escenas. Desde el arranque, con una pianola que danza en un espacio vacío mientras desprende una variación de Bach, hasta la escena en que unos alumnos tocan una suite en el interior de un metro en marcha.

El cambio de planos o de secuencia es una cuestión básica en Portabella. Gracias a su cuidado extremo, siempre original. Impacta, por ejemplo, la imagen repentina de una pianola cayendo en el agua en un silencio aplastante, para representar que el dolor es imprescindible en la música y en la vida.

Cineasta, activista político de izquierdas, Portabella se acerca a la obra del místico de la música con toda delicadeza. Da a conocer su profundo sentir religioso, que influye poderosamente en su vida y obra, sin manipulaciones, con respeto. La parquedad de palabras, pocas pero cargadas de contenido, es un tremendo acierto en medio de tanta banalidad. Como las que dice un camionero (Àlex Brendemühl) a otro mientras toman un café: «Sólo el que tiene ideas, las puede descartar».

La película participó en Venecia en la sección Orizzonti, dedicada al cine más vanguardista. Y acaba de ganar el Premio Especial del Jurado en el último Festival de Gijón.

Ficha Técnica

  • País: España, 2007
  • Tomàs Pladevall
  • Òskar Xabier Gómez
  • Sherlock
  • 102 minutos
  • Jóvenes
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Reseña
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Profesora universitaria de Cine Español y Estética Musical. Coordinadora Académica Área de Comunicación Universidad Atlántico Medio (Las Palmas de Gran Canaria)