El silencio de la ciudad blanca

El silencio de la ciudad blanca: Vitoria y derrota

· Un thriller de asesino en serie que practica macabros rituales y es perseguido por la Ertzaintza. La historia es caprichosa e inverosímil y los personajes están huecos.

Esta adaptación de una novela criminal de Eva García es una película de persecución de retorcido y perverso asesino en serie que recuerda a algunos casos del inspector Wallander creado por Mankell. La historia de unos macabros crímenes y la aparición de cadáveres por parejas en lugares históricos de Vitoria es una sucesión de peripecias de circo. Leído mejora, ciertamente. Se han vendido muchos ejemplares de una novela a la que siguieron otras dos.

Daniel Calparsoro dirige con generosa producción de Atresmedia, confiando en que hay muchos lectores en España y fuera de España. El silencio de la ciudad blanca tiene severos problemas de etalonaje y la continuidad queda dañada. Los filtros que intentan arreglar la cosa la empeoran. Los actores hacen lo que pueden con personajes sin sustancia, envarados y artificiales, que parecen imitaciones de los de películas como Seven o El silencio de los corderos.

Belén Rueda, una subcomisaria, parece recién salida de la peluquería y un spa a todas horas, incluso en persecuciones absurdas y larguísimas en las que a su vera corre Unai, un inspector de la Ertzaintza​​ que siempre -absolutamente siempre- lleva la misma cazadora de cuero negra y siempre parece recién salido de la cama. Aura Garrido no logra sacar adelante a la atormentada Estíbaliz, otra atormentada inspectora que acompaña a Unai.

No hay tensión ni progresión dramática porque el galimatías criminal y los conflictos de relación son tan caprichosos e inverosímiles que no hay manera de engancharse con la historia. El tono y el ritmo propios de un largo no se consiguen casi nunca. A ratos, los hay de miniserie cara (el diseño de producción es resultón y las localizaciones atractivas). Pero donde no hay mata, no hay patata.