En la ciudad de Sylvia

En la ciudad de Sylvia: Mirada sostenida

Tras siete años de silencio, José Luis Guerín vuelve a la gran pantalla con En la ciudad de Sylvia. A medio camino entre lo ficcional y lo documental, Gue­rín va dibujando -como el protagonista de su filme- los recovecos, los rasgos de las mu­­jeres y de la ciudad que recorre. La penetrante mirada del actor Xavier Lafitte se va posando sobre objetos, calles, gentes, y hace al espectador cómplice de su vouyerismo creativo.

Estrasburgo se convierte en el escenario de una búsqueda concienzuda de belleza y expresividad. La fotografía de Natasha Braier viene a incidir en la necesidad de explorar el encuadre. Apela al espectador a fijarse en el detalle pero también a observar lo que queda oculto, lo que no se ve. Como los bocetos del dibujante, la mirada de Guerín se imprime en planos sostenidos, en la profundidad de campo y en el juego que los elementos entablan dentro de ésta. A lo largo de tres días, Lafitte intentará encontrar a Sylvia, a una persona específica dentro de un universo de rostros anónimos, en un lugar en el que poco se sabe del individuo concreto y en donde lo que prima es la expresividad de las formas y las miradas.

El ruido de la calle, de los tranvías, de las conversaciones ininteligibles, se convierten en la banda sonora de la película, salpicada por alguna que otra pieza musical. En un retrato sin fin que podía haber empezado y terminado en cualquier punto, Gue­rín escudriña el rostro femenino y desnuda el alma de una ciudad a través de su recorrido laberíntico. Aunque sus planos sos­tenidos a veces incurren en el estiramiento, En la ciudad de Sylvia es sin duda una película fresca, distinta de lo habitual, que requiere al espectador una mirada nue­va y un despojamiento de todo anhelo de trama dramática. Es una composición de los diferentes dibujos que el director retrata con su cámara, en paralelismo con los acontecimientos que Lafitte acumula en los bocetos y en los comentarios de su libreta.