En la cuerda floja

En la cuerda floja: Johnny y June

Sexto largometraje del neoyorquino de 41 años James Mangold (Girl, Interrupted, Cop land, Identity, Kate & Leopold), formado en la sección de cine de la Escuela de Artes de la Universidad de Columbia. Este emotivo biopic sobre el cantante country Johnny Cash ha recaudado casi 100 millones de dólares en EE.UU., una excelente taquilla si se considera que su presupuesto no llegaba a los 30.

La cinta, decididamente comercial, tiene los ingredientes para gustar al gran público aficionado a las historias de superación se­gún los patrones convencionales de Holly­wood: la compleja personalidad de Cash (desvalido y tímido por una parte; fuerte, apasionado e impulsivo por otra); una música cautivadora y emotiva, con fuerza y ritmo; y una tortuosa historia de amor como eje de la narración.

Cash (Kingsland, Arkansas, 1932 – Nash­vi­lle, Tennessee, 2003), conocido como El hom­­bre de negro, fue un artista de gran personalidad, un pionero desde el punto de vista estilístico, que fue referencia para posteriores celebridades del folk rock, el country, el punk e incluso el rap.

En las dos horas largas de metraje (quizá excesivas, aunque se soportan muy bien), los guionistas hacen un retrato impresionista de algunos períodos de la vida de Cash, desde su triste infancia hasta los momentos de éxito y celebridad.

La estructura del guión de En la cuerda floja (por cierto, el título original de la película es el de una canción compuesta por June Car­ter) tiene muchas similitudes con otro reciente y premiado biopic, Ray. En ambas películas hay descenso a los infiernos y resurgimiento, ambas comienzan con una infancia traumática (por cierto, los actores infantiles que interpretan a los hermanos Cash son muy buenos). En ambas se percibe que al guión (basado en la autobiografía de Cash) le falta un hervor -o mejor, varios-, de forma que se aprecia un salto cualitativo muy destacable entre el discreto libreto, de una parte, y las sensacionales interpretaciones más la notable factura técnica, de otra. Falta equilibrio en la evolución de la historia, que no mide bien los sucesivos saltos temporales, entre 1945 y 1970.

La música es, sin lugar a dudas, la gran protagonista de la película. Y suena muy bien, en parte gracias a las sobresalientes interpretaciones de Phoenix y Witherspoon, ambos premiados con el Glo­bo de Oro, aunque no canten. El responsable musical del filme es el especialista en música étnica T-Bo­ne Burnnet  (O brother!, Cold Mountain), que realiza un trabajo impecable con varios momentos llenos de intensidad, entre los que se lleva la palma la brillante versión de Ring of fire. La película transmite con fuerza el tirón de la música de Cash, apasionada, minimalista, rompedora y a la vez tradicional, en unos años, los 50, en los que se llevaba una música tranquila, fácil y relajante. Burnett ha trabajado 25 canciones de la primera y más desconocida época del cantante, con versiones fieles a los sonidos de las guitarras y micrófonos de la época (más rudos, menos perfeccionados). En la película aparecen otras leyendas del rock and roll co­mo Elvis Presley y Jerry Lee Lewis (los tres comenzaron su vida profesional en los estudios de Memphis).

El otro pilar de la película es la historia de amor vivida entre Cash y la también cantante y compositora June Carter. Gracias a June, Cash vuelve a la practica religiosa y consigue redimirse del mundo de las drogas, para resurgir de nuevo como músico de fama y prestigio.

En 1954, antes de iniciar su carrera musical, Cash se había casado con Vivian Loberto. Sin ánimo de juzgar vidas ajenas, no se entiende el desmedido afán del guión por manipular emocionalmente al espectador: Vivian aparece con un carácter poco comprensivo y  antipático, cuando todo parece apuntar a que la adicción a las drogas de Cash fue la causa del divorcio acaecido en 1966.