En un barrio de Nueva York

En un barrio de Nueva York: Espíritu de familia

· Crítica de En un barrio de Nueva York | Estreno 15 de enero de 2022 en Movistar+.
· El ritmo latino y la agilidad de esta adaptación a la gran pantalla envuelve al espectador en esta cultura con un claro epicentro: la familia.

La «paciencia y fe» son los ingredientes necesarios para cumplir un sueño, sin importar las dimensiones de este. Quizás sea por su mensaje inspirador o por su energía desbordante, pero En un barrio de Nueva York es una propuesta atractiva para estos días calurosos. La película narra las peripecias cotidianas de la gente de Washington Heights. En este barrio humilde a las afueras de Manhattan todos tratan de hacerse oír en una sociedad racista y clasista que no los acepta.

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La película se basa en la obra musical In the Heights, compuesta por Lin-Manuel Miranda con un libreto de Quiara Alegria Hurdes. La idea nace durante los años universitarios del compositor cuando se dio cuenta de que su sueño de triunfar en Broadway no sería tarea fácil teniendo en cuenta que era hijo de inmigrantes.

Esta obra sería el punto de partida de una carrera profesional y musical que, desde 2008, ha conseguido llevar el ritmo latino a todos los rincones del mundo. In the Heights optó a trece Premios Tony y finalmente fue galardonado con cuatro de ellos, incluyendo mejor musical. Miranda cautiva al espectador con historias de luchadores que huyen de su país en busca de una vida mejor. Bajo esta misma premisa creó Hamilton (2015), un musical sobre uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de América, que pronto se convirtió en su obra maestra.

El ritmo latino y la agilidad de esta adaptación a la gran pantalla envuelve al espectador en esta cultura con un claro epicentro: la familia. El director, Jon M. Chu, consigue llenar de vitalidad la sala con un espectáculo de colores al más puro estilo musical. Cabe destacar que la obra principal hasta la fecha de este director ha sido Crazy Rich Asians (2018), una comedia romántica que visibiliza la cultura asiática y sus diferentes clases sociales. Miranda y él son el binomio perfecto para que esta representación cultural suponga toda una experiencia sensorial: desde el olor de un puchero caliente hasta el insaciable ritmo de la bachata o el reguetón en las calles. La genialidad de esta película radica en la total integración de cuestiones tan actuales como la inmigración, el racismo, el machismo, la pobreza o la fe.

Aunque las localizaciones sean espacios amplios o al aire libre, y pueda parecer que se alejan del espíritu teatral, no se pierde esa atmósfera gracias al trabajo de blocking de las escenas. La disposición de los bailarines en las coreografías de Christopher Scott contribuye a diferenciar a los personajes principales del resto. Ese ambiente de teatro también se hace notar mediante la ruptura de la cuarta pared por parte de algunos personajes durante el filme. Además, la cinta ofrece una mirada nostálgica y realista hacia los musicales callejeros que han dejado huella en la historia del cine, como Grease y West Side Story. En ambos podemos observar la gran importancia que cobran las calles, convertidas en un personaje más que añade realismo y veracidad al relato.

En ocasiones, la puesta en escena de la película resulta un poco atrevida al cargar demasiado los planos y, por lo tanto, llenarlos de excesiva información. A esto se le puede añadir unos efectos visuales que pueden distraer la atención de la trama.

En suma, una propuesta que supera las expectativas de la adaptación de una obra musical que marcó un antes y un después en Broadway. Quizás la clave del éxito de Miranda sí que esté en la «paciencia y fe» que resuena a modo de leitmotiv y que muestra el precio de los sueños.