Estación Central de Brasil: El poder redentor de las relaciones humanas

Ahora, más que nunca, estamos en tiempos de solidaridad. Por eso, si un director logra transmitir en el cine esa necesidad de una forma sincera y valiente, el crítico queda gustosamente obligado a difundir su película. Este es el caso de Estación central de Brasil (1998), una película cuyo paso fugaz por la cartelera sevillana impidió su aparición en FILA SIETE. Su lanzamiento -hace unos meses- en formato vídeo nos da pie a incluir ahora la correspondiente reseña, recomendando la visión del que ha sido uno de los filmes más galardonados el año pasado, incluyendo dos nominaciones en la pasada edición de los Oscar: a la mejor actriz principal y a la mejor película en habla no inglesa.

Walter Salles, un cineasta de 42 años nacido en Río de Janeiro, es el responsable de la realización y quien aportó la idea que dio origen al magnífico guión. Antes ha producido varios documentales, ampliamente premiados, y es de esperar que con esta cinta haya despertado de su letargo el somnoliento cine brasileño de los últimos años, lejos de la creatividad del «Cinema Novo» de los 50 y 60. Por este motivo, algunos estudiosos no han dudado en calificar su estilo neorrealista -reconoce su deuda con Lamerica o Niños robados, de Gianni Amelio– como «Novo Cinema Novo».

La acción comienza en la principal estación ferroviaria de Río de Janeiro. Allí, entre el bullicio de la gente que sube o baja del tren, Dora -excelente Fernanda Montenegro– escribe cartas a personas analfabetas. Profesora ya jubilada, consigue con este trabajo unos reales que añadir a su exigua pensión y aumentar así su capacidad de consumismo. Porque, digámoslo ya, Dora parece pobre pero su corazón se ha aburguesado. Esos clientes, que ponen el alma en las frases que le dictan, no son capaces de conmover su endurecido corazón; para ella la gente es masa: ha conseguido hacerse insensible al sufrimiento personal que hay detrás de cada historia.

Pero el «destino» le ofrece la oportunidad de redimirse: Josué (Vinicius de Oliveira), un chico de nueve años que ha perdido a su madre, vive con la ilusión de encontrar a su padre, que reside en un lejano pueblo del nordeste de Brasil; por diversas circunstancias Dora le acompañará en esta larga aventura, que significará para ella una verdadera conversión del corazón.

Pienso que aquí radica la fuerza de la película: en su capacidad para plasmar, a través de unas esmeradas imágenes y unos sencillos diálogos, el poder redentor de las relaciones humanas. Y esto lo consigue Salles -a lo largo de los 106 minutos que dura la película- recogiendo con su cámara diversas realidades de un Brasil menos conocido, bien alejado de los ambientes carnavalescos y frívolos que a veces distorsionan la visión de su querido país: «Prefiero retratar la vida real de la gente», ha afirmado el director. Pero tampoco ha cedido a la tentación de presentarnos la imagen de «país hundido en la miseria y la violencia, y en el que nada puede cambiar. Es mentira que no pueda cambiar», como él mismo asegura.

Salles huye de la frialdad de ciertas producciones de cine social, dotando a su película de una particular emotividad. A ello contribuye su exquisita puesta en escena y su sensibilidad para llenar de simbolismo diversos objetos: la peonza de Josué, como recuerdo del padre; la gastada barra de labios que regalan a Dora, como nostalgia de una belleza perdida; la televisión, como anestésico de las conciencias… La otra clave de la película hay que buscarla en la prodigiosa interpretación de Fernanda Montenegro, que hace lucir a su lado al debutante Vinicius de Oliveira.

Se trata de una cinta, en fin, en la que palabras como ternura, piedad, amistad, tolerancia…, habría que escribirlas con mayúscula; y que muestra que no es preciso irse lejos para practicar la solidaridad: basta mirar «al de al lado».

 

Ficha Técnica

  • País: Brasil
  • Música: Antonio Pinto, Jaques Morelenbaum 

Estación central de Brasil (Central do Brasil, 1998)

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Reseña
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Crítico de cine. Director de Contenidos de European Dreams Factory