Amor: Hay amores…
Anne y Georges, un matrimonio octogenario, encara el tramo final de una vida plena y deseable. Se aman, se respetan, han visto crecer a su hija, tienen buena posición social y cultura, se han dedicado a la enseñanza de la música y disfrutan del afecto y veneración de sus pupilos, pero hay algo para lo que no se han preparado pese a su avanzada edad: la enfermedad, larga, penosa y degenerativa de la mujer.
A sus setenta años, Michael Haneke abre con su acerado bisturí la piel de esta sociedad imperfecta y revuelve en las emociones del ser humano, que son las suyas propias. Dice el director que el tema principal de esta historia no es la muerte ni la vejez, sino la manera de afrontar el sufrimiento de un ser querido. Pero hay maneras y maneras, y la que propone Haneke es francamente desoladora y cruda.
Cannes se ha rendido al director austriaco este año otorgándole la Palma de Oro, como ocurriera tres años antes con La cinta blanca, o en 2005, en que obtuvo el premio a la mejor dirección por Caché. También como Caché, la Academia de Cine de Europa ha premiado a Amor, dándole cuatro galardones: mejor película, director, actor y actriz.
Probablemente estamos ante la obra más autobiográfica del cineasta, inspirada en el suicidio de una tía con la que se crió e ilustración de la promesa que su mujer y él se hicieron llegado el caso de que uno de los dos se encontrara en un estado similar al que plantea la película; no hace falta ser muy avispado para imaginar en qué consiste.
Cualquier persona que haya cuidado a un ser querido con una enfermedad degenerativa y terminal verá desplegada en las maravillosas actuaciones de Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva toda la galería de sentimientos que se dan en la vida de los enfermos y de sus familiares llegado el momento: estupor, incredulidad, dolor, no aceptación, rechazo, compasión, miedo, impotencia, sacrificio, ternura, etc.
Haneke se ha preocupado especialmente de dirigir bien a los actores, a los que hay que sumar a la dama del cine francés Isabelle Huppert (que ya trabajó con él en la sórdida La pianista -después de rechazarlo en la no menos turbadora Funny games– y en El tiempo del lobo), quien interpreta a la hija distante físicamente que quiere buenamente ayudar pero tarde (papel con el que buena parte del público se identificará), y los ha dejado dialogar y afrontar las circunstancias, más interesado en trabajar con los oídos que con los ojos, como en las óperas que también dirige.
La posición de observador de Haneke puede descubrirse en la primera escena, en que vemos a la policía llegar alertada por unos vecinos extrañados por la ausencia de noticias sobre el matrimonio y por el olor que emana de la casa. No hay alegatos (Haneke es un maestro en eso de mostrar lo que pasa o lo que puede pasar), solo personas concretas que aman y que sufren, que no aceptan la enfermedad, que no saben cómo aliviar el dolor y quedan sumidos en un estado de perplejidad y angustia.
Pero además de la posición de observador, el director asume inevitablemente por razones autobiográficas la de Georges, el marido, y ahí no hay juicios ni debates pero sí la desesperación de un amor incapaz de soportarlo todo, de acompañar, de dejar marchar: un amor que traspase las barreras de la muerte en lugar de quedarse a sus puertas.
Después de provocar la empatía y la compasión del espectador en múltiples escenas llenas de humanidad, Haneke le propina un golpe emocional, al margen de toda valoración ética, que raya en la crueldad y la impiedad. Para subrayarlo metafóricamente muestra la suerte de la pobre paloma que se cuela por segunda vez en el piso. Ciertamente no estamos ante la panfletaria Mar adentro, pero tampoco ante Million dollar baby, en la que quedaba manifiesta la advertencia de que un acto así perdería tan profundamente al entrenador Frankie (Eastwood) que jamás volvería a encontrarse.
Como en sus otras películas, Haneke busca remover las convenciones del espectador con imágenes explícitas, duras y realistas. Le ayuda a crear este clima angustioso no salir de los estrechos límites del piso burgués, que pasa de escenario de recuerdos entrañables a hospital y tanatorio improvisados. De alguna manera, como la paloma, tampoco nosotros podemos escapar a las preguntas incómodas ni a la respuesta cruda y sin horizontes del director: ¿somos conscientes de que vamos a morir?, ¿estamos preparados para afrontar nuestro final y el de las personas a las que amamos?, ¿hasta qué punto el crisol del amor será capaz de soportar el dolor?
Amor es, en fin, una película bien interpretada, verosímil y muy bien atada pero de título tramposo, y dirigida a un público reducido, fiel al cine de Haneke, y desde luego no apta para días de bajón anímico. Imposible salir ileso.
Lo mejor: Una soberbia dirección de actores.
Lo peor: Un final que rebaja quilates al título de la película.
Ficha Técnica
- Dirección: Michael Haneke,
- Guion: Michael Haneke,
- Intérpretes: Jean-Louis Trintignant, Isabelle Huppert, Emmanuelle Riva, Alexandre Tharaud,
- País: Francia/Alemania/Austria (Amour, 2012)
- Fotografía: Darius Khondji
- Montaje: Nadine Muse, Monika Willi
- Música: Guillaume Sciama, Caroline Duris, Alban Sautour, Alexandre Tharaud
- Duración: 125 m. +18 años (V)
- Distribuidora: Golem
- Estreno: 18.1.2013