Fausto: Por la senda de Murnau

El mito de Fausto que Goethe y Mann con­virtieron en libros clave de la literatura ale­mana sirve al gran director ruso Ale­xan­der Sokurov para hacer un retrato del hom­bre vendido al diablo.

Evidentemente no es una obra para un público am­plio. Me parece que en España los espec­tadores que la gocen serán menos que en otros países.

Gracias a la tuitera advertencia de mi ami­go y colega Alberto Nahum García, pude ver en directo a través de internet el final del de­bate entre Rowan Atkinson, arzobispo de Can­terbury, y el biólogo Richard Dawkins, mo­derado (bueno el tipo, intervino como uno más) por el filósofo Anthony Kenny y ce­lebrado en el Sheldonian Theater de la Uni­versidad de Oxford.

En un bello recinto lleno hasta la bandera, un público muy atento -que había pagado 3 libras por cabeza- pensaba, reía y aplau­día generosamente el duelo dialéctico en­tre el autor de The god delusion, un ateo fer­viente y proselistista defensor de un evo­lucionismo digamos que radical, y el pri­mado anglicano, líder de una iglesia que na­vega por aguas muy revueltas en buena me­dida porque sus jefes no se aclaran.

Hizo las veces de moderador un agnóstico que en su día fue sacerdote católico y en­tusiasta teólogo tomista, reconvertido en un prestigioso albacea del legado de Witt­gens­tein, ex presidente de la Academia Bri­tá­nica y del Royal Institute of Philosophy.

Convocados por la Universidad de Oxford, los tres oradores no hablaban de Messi, de Withney Houston, ni de las redes sociales. El topic era, tal cual, The nature of human being and the question of the ultimate origin.

Largo excursus, pienso que pertinente. Porque Sokurov es un tipo muy osado, que ha logrado reunir 8 millones de euros para ro­dar en la República Checa (en los estudios Barrandov y en otros lugares de ese país) y en Islandia una versión del mito basa­da en el libro de Yuri Aravob, que ya escribió con Marina Koreneva el guión de Moloch. Lo ha hecho usando el alemán, len­gua ideal para una historia que en otro idio­ma funcionaría peor. Fausto habla del sen­tido de la vida, de su origen, de la morta­lidad, del más allá, del alma y del cuerpo, de la llamada del instinto, del sexo, de la be­lleza, de la aberración, de la ciencia, de la lujuria y el ansia de poder, de la libertad y la esclavitud…

La delicadísima El arca rusa fue también una película para minorías. Pero una cinta que pide la pantalla grande, como ésta -que por cierto usa un arrriesgado formato de pro­yección, nada convencional, que provoca en algunos pasajes distorsiones. Ga­na­do­ra del León de Oro en Venecia, la película es mag­nética, dura, áspera, pictórica, apasionan­te, terca, agotadora. La acertada fotogra­fía del francés Bruno Delbonnel (Amélie) es inolvidable, con una luz que crea atmósferas de pesadilla propias de un Caspar David Friedrich.

Sokurov es ruso y el choque de su alma es­lava con el convulso y trágico espíritu cen­troeuropeo es memorable. El retrato del re­pugnante Mefistófeles (un inspirado An­ton Adasinsky) es sencillamente genial, co­mo la inspirada partitura mozartiana idea­da por el mismísimo productor de la cinta, An­drei Sigley.

Bien le vendrían a nuestro país debates co­mo el del Sheldonian Theatre, películas co­mo Fausto.

Ficha Técnica

  • FAUST, 2011
  • País: Rusia
  • Fotografía: Bruno Delbonnel
  • Montaje: Jörg Hauschild
  • Música: Andrey Sigle
  • Duración: 134 m.
  • Público adecuado:+18 años (VX)
  • Distribuidora: Golem
  • Estreno en España: 2.3.2012
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