Fuera del mundo

Con austeridad cinematográfica pero con contenido leal, Piccioni nos habla en tono intimista, que no moralista, optimista, que no idealista, de las pequeñas grandes cosas de la vida

Fuera del mundo: Gente normal, gente sola

Humphrey Bogart sentencia en Cayo Largo: «En la vida de cada hombre existen momentos cruciales que marcan su destino». Como que en Fuera del mundo una monja celebre los votos perpetuos, que la vida de un cuarentón solitario se reduzca a una tintorería, o que una joven confusa abandone a su hijo recién nacido. Y añade la Biblia en un pasaje de San Lucas: «La gente preguntaba: ¿qué debemos hacer?».

Los personajes de Piccioni también se lo preguntan. Lo malo es cuando no tienes a nadie que te responda, que te aconseje, o tan siquiera que te escuche. Cuando no tienes a quién llamar al llegar a un hotel para decir que no se preocupe, que el viaje ha ido bien. Es lo que le pasa a Ernesto, que no puede más de tanta soledad, de tanta añoranza de contacto humano. Imágenes que traspasan la pantalla.

Piccioni consigue que les tengamos aprecio, más aún, que sintamos que les conocemos y que tengamos la necesidad de hablarles bajito desde nuestra butaca. Aconsejarles, consolarles, decirles que «yo me sentí así una vez cuando…». Por eso, las imágenes que nos presentan grupos de personajes no son imágenes fijas, y ellos no están mirando a la cámara, te están mirando a ti, a mí, a todos. Nos dicen que no son personajes de ficción metidos en una película, sino gente anónima con la que nos cruzamos a diario.


En los tiempos que corren el tema religioso es difícil de digerir, o al menos de hacerlo cercano. Pero Piccioni se deja de misticismos y ataca desde el lado humano del asunto. Comprensible, pues, que Ernesto explote en la escena del comedor, o que le haga a Caterina preguntas tan directas como cotidianas.

Con austeridad cinematográfica pero con contenido leal, Piccioni nos habla en tono intimista, que no moralista, optimista, que no idealista, de las pequeñas grandes cosas de la vida, del mundo, aunque a veces nos sintamos (o nos hagan sentir) fuera de él. Y la música les acompaña en su día a día, se amolda a su estado de ánimo, a sus conversaciones y a sus silencios. Es lo que tiene el buen cine: que te hace partícipe porque lo sientes cercano.

Ficha Técnica

  • Música: Ludovico Einaude  
  • Italia (Fuori dal mondo), 1999
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