Ghost Rider: El motorista fantasma

Ghost Rider: El motorista fantasma | A toda velocidad

En mayo de 1972, en el seno de la Marvel, nacía El motorista fantasma, un joven aficionado a las motos que para salvar la vida de su padre hace un pacto con el demonio. Éste, como era de esperar, además de engañarle y amargarle la vida, vuelve pasados los años para cobrarse su parte del pacto y transformar al ya no tan joven motorista en un vasallo suyo, un héroe satánico absolutamente oscuro. En los años 90, el personaje del cómic se suavizó: ahora el motorista quiere escapar del pacto con Mefistófeles y mientras, se encarga de que los culpables reconozcan y paguen sus delitos.

Mark Steven Johnson, que ya había adaptado Daredevil, otro cómic de la Marvel, ha sido el encargado de escribir y dirigir esta película que nace pegada a la versión light del héroe y con un esquema narrativo absolutamente episódico, o mejor dicho, con una absoluta vocación de saga. Johnson no se ha dejado las pestañas en el guión y una película de superhéroes sin un buen trabajo de guión tiene todas las papeletas de convertirse en una película para pasar el rato, ni más ni menos.

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Y esto es lo que le pasa a El motorista fantasma: la historia es plana, la evolución del protagonista casi nula y además, se explica mal y el dibujo de los secundarios sencillamente no existe. Dicho esto: la película se aguanta bien; hay escenas espectaculares, no tiene grandes caídas de ritmo, Nicolas Cage es un buen actor (y estará encantado de ser, por fin, un héroe del cómic) y el resto del reparto, excepto Eva Mendes -no sé si es mejor que sea florero o que actúe- salva los muebles. Y además, nadie se ha empeñado en que dure 140 minutos, que para eso habrá segundas partes.

Es conveniente aclarar ante el público joven las posibles dudas sobre la actuación diabólica que pueda suscitar esta película.