Hermosa juventud: Doloroso retrato, urgente respuesta

Hermosa juventud. Jaime Rosales retrata una juventud pegada al muro que necesita a una sociedad que le ayude a saltarlo

Lo escribí en su momento pero la filmografía de Jai­me Rosales me parece una de las más interesantes del pa­norama nacional. Como muchos, lo descubrí en La so­ledad, una película que me golpeó como pocas, ala­bé la radicalidad formal y el discurso de Tiro en la ca­beza y me interesó mucho -a pesar del riesgo- Sueño y silen­cio.

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Con semejantes expectativas confieso que leí con pa­vor la sinopsis de Hermosa juventud: una pareja jo­ven sin recursos que decide rodar una película porno pa­ra conseguir unos euros. Rosales no es Menkes ni San­tiago Segura y el plato cocinado no iba a ser Mentiras y gordas, pero juntar en un mismo texto, jóvenes, por­no y película más comercial me hicieron temer por al­gunos momentos que mi ídolo -soy poco mitómana pe­ro alguno tengo- cayera desplomado.

Afortunadamente mis temores quedaron en eso. Her­mosa juventud es una película muy valiosa, intere­san­te y que desprende verdad por todos los poros. Es una película muy Rosales, en definitiva. No llega al ni­vel de La soledad -que sigue siendo su mejor título- pe­ro se le acerca mucho, entre otras cosas, porque es una película en cierto modo similar. Como en La soledad, Rosales apoya la trama en el diálogo (cosa que no hizo en las dos películas anteriores) y confirma un ex­celente oído para captar el tono, el tema y el timbre de las conversaciones a pie de calle. En este caso de jó­venes de escasos recursos que tienen sueños pero so­bre todo tienen realidades. Realidades muchas veces en forma de muro. Muros que tratan de saltar como pue­den y a veces se la pegan, y a veces parece que lo bor­dean, o que desaparece. Pero no, ahí sigue.

Hay verdad en la relación de dos chavales demasiado jó­venes para ser padres pero dispuestos a dejarse la vi­da por su criatura. Hay verdad en esa madre madura y separada que se derrumba ante la noticia de un nieto ines­perado para después cuidarlo como un hijo más (las madres de Rosales dan para una tesis). Hay verdad en esa incómoda duda y distanciamiento después de haber ganado un dinero rápido (y después de una es­cena también incómoda, fría y rápida), ¿volverías a ha­cerlo? Pregunta sin mirarle a los ojos ella. Hay mu­cha más verdad en los diálogos y whatsapp de la pandilla que en cualquier capítulo de Física o Química.

El retrato de la juventud que hace Rosales es mucho más completo, más real… y también, para que vamos a engañarnos, más duro a ratos. Son jóvenes pero no ani­males, inmaduros pero capaces de responsabilidad, in­genuos pero con ganas de cambiar el mundo. El problema es que es un mundo difícil que no solo no les va a regalar nada sino que amenaza con arrebatarles el alma. De eso es lo que habla el impactante final. Un final que funciona como disolvente de cualquier so­lución optimista de palmadita en la espalda y Euro­pa te ama.

Dice Rosales que su película no es optimista pero sí esperanzada. No sé si diría yo tanto. Es una película adul­ta para adultos (ellos son los receptores del mensaje), muy dura, oscura, tierna a ratos y puntualmente es­cabrosa. La esperanza, en todo caso, tiene que ponerla el espectador. En las películas de Rosales el espectador siempre tiene que poner algo: a veces el so­nido, otras la imagen o el eje del plano.

En este caso, su película más simple en la forma -de ahí la engañosa frase de que es la más comercial- lo que pide al espectador es una respuesta. Rosales con su retrato interpela. Plantea una situación compleja -la película habla de la crisis económica, sí, pero ha­bla tam­bién a su manera de educación, de valores, de cultura del esfuerzo, de familias desestructuradas, del tris­te negocio del sexo…- que requiere el trabajo de todos pa­ra encontrar una salida que no sea un parche. Una sa­lida que necesita algo más que un puñado de euros. El abrupto final, en el fondo, subraya la necesidad de es­trujarse cabeza y corazón para dar un volantazo a un pa­norama que está esquilmando a gran par­te de esa ju­ventud que podría, que debería, ser hermosa y no lo es.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Pau Esteve Birba
  • Montaje: Lucía Casal
  • Música: Juan Gómez-Acebo
  • Duración: 103 m.
  • Distribuidora: Wanda
  • Público adecuado: +18 años (X+)
  • Estreno en España: 30.5.2014

España, Francia, 2014. 

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