Heroína

Historia par­­­ticular y verdadera: los adolescentes y jóvenes que se drogan son una realidad y un problema universal

Heroína (2005)

Heroína: Autenticidad máxima

He aquí una película española que no se avergonzó de serlo. Uso el verbo en pasado porque me refiero a la ver­­­güenza previa, a la actitud que se adopta al ini­ciar la película, a la idea y al guión prin­­cipalmente. Abreviando: ¿Nos acordamos de So­­las? Pues eso. Un proyecto en el que no ha­ya que “pensar” ni en este ni en nin­­gún la­do de la cama, sino en las personas y en su mundo real y verdadero.

Y eso es lo que hace también Heroína (que juega con la ambigüedad del término, aplicado a las madres, a una de modo muy principal, y a la droga). Heroína, su argumento, su his­toria, el tema… tiene una geografía par­ti­cu­lar en la película, se basa en una historia par­­­ticular también, y verdadera, y su proyección es general: los adolescentes y jóvenes que se drogan son una realidad y un problema universal.

También por eso la película es auténtica: par­­te -como he dicho-, de una geografía y una historia regionales, comprobables y documentadas, y en esa realidad reciente se desenvuelve, tanto, que la llamada memoria his­­tórica de los sucesos es tan actual como la ac­tualidad de un periódico del día. Todos los espectadores recordarán o reconocerán acontecimientos, hechos y personas.


No es necesario imitar el cine USA para ha­­cer un filme de drogas y mafias y dinero negro y policía corrupta o menos. Hay una pers­pectiva especial en Heroína, que la da el título. No me refiero a la perspectiva de la dro­­ga y su consumo y tráfico, como es obvio. Me refiero a la madre heroína. Ésa es la perspectiva: la familia que sufre la pre­sen­cia de uno de sus miembros queridos en­fer­mo, por así decir, del mal de la droga, de la drogadicción.

Pone el acento en una familia, en una madre -por lo visto, con un fundamento biográfico muy grande-, una madre tan encomiable que merece ese título de heroína; pero también las otras madres luchan -no sólo en general, sino en este caso concreto que la película plantea-, “todas son heroínas, ¿o no?”.

El papel de Adriana Ozores no digo que sea de Goya, sino de Oscar. En cambio, me atrevo a decir que la película como tal, como arte, no es oscarizable, pero sin embargo tiene el gancho fuerte, el atractivo, de la autenticidad a veces casi documental. Y eso, quiérase o no, también es un mérito artístico, aun­­que el arte técnico sea solamente profesional y correcto.

El guión trabaja bien los ambientes locales, sus gentes; incluso bucea y perfila con bue­­na mano el interior de la familia herida por la droga, la familia en la que sólo la madre no llega a cansarse de la debilidad del hi­jo drogadicto, no deja de luchar. Una pe­­lí­cu­la, una historia, emocionante, entrañablemente honda. El paisaje ayuda al contraste entre la tristeza de muerte de la droga y sus traficantes, y la anchura del cielo y el mar, la libertad de ser persona.

Ficha Técnica

  • País: España, 2005
  • Fotografía: Alfredo Mayo
  • Montaje: Carmen Frías
  • Dirección artística: Marta Villar
  • Vestuario: Estíbaliz Markiegi
  • Distribuidora: Alta
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