Historias de la edad de oro

Historias de la edad de oro: La insoportable tontería de un régimen

Hace dos años un joven realizador rumano, Cristian Mungiu, sorprendía con 4 meses, 3 semanas y 2 días, una soberbia y du­rísima película sobre un aborto en Ru­ma­nía que ganó la Palma de Oro en el Fes­ti­val de Cannes. La película era, en realidad, el primer capítulo de una trilogía sobre el régimen comunista de Ceaucescu.

Cuentos de la edad de oro, segundo capí­tulo, es una propuesta curiosa, muy curio­sa. Se trata de una película escrita por Mungiu y dirigida además de por él por otros cuatro directores distintos a partir de una serie de leyendas urbanas que se con­taban en Rumanía en los últimos años de la dictadura de Ceaucescu.

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Unos años de represión brutales y que, sin embargo, el régimen totalitario calificaba como una edad dorada. Hay diferentes versiones de la película, que en total cons­ta de seis capítulos independientes. En algunas versiones se muestran todos los capítulos, en otras cuatro, el orden di­fiere de una versión a otra y no se seña­la quién es el director de cada capítulo. En definitiva, un pequeño caos que es al­go más que un guiño al régimen chapucero que sufrieron los rumanos en los años 80.

Una cinta muy divertida

Como no podía ser de otra forma, el film es algo irregular (con episodios más conse­guidos que otros), pero en conjunto es una película, además de lúcida, divertidísi­ma. Dice Mungiu que lo que ha querido re­flejar es que, en aquellos tiempos de penu­ria, a los rumanos lo único que les quedaba era reír­se de un régimen absurdo que se tomaba muy en serio.

En el fondo, lo que cuenta Mungiu -un go­bierno que desprecia al ser humano y que no respeta la libertad- es brutal, pero el cineasta rumano, en vez de mostrar las con­secuencias dramáticas que tiene esta fal­ta de libertad como hacía en 4 meses, 3 semanas y 2 días, se fija en las consecuen­cias “ridículas” de aquella política. Así, por la pantalla desfilan desde activistas cercanos a la locura por su amor al régi­men, hasta gente que trafica con huevos de gallina o un fotógrafo oficial a pun­to de crear una crisis diplomática por un inocente -e hilarante- corta y pega.