In good company

In good company: Sorprendente

No era mucho lo que cabía esperar de esta película del neoyorkino de 39 años Paul Weitz (Un niño grande, Ame­rican pie), que podría haber sido una más de esas comedias banales sin el menor tras­fondo, cuando no algo peor. Pero el mejor calificativo para definir In good company es sorprendente. Sorprendente porque el guión escrito por el propio Weitz nos cuenta una his­toria interesante en la que casi todo es muy interesante. Dan Foreman (Dennis Quaid), 51 años, es desde hace mucho tiempo jefe de publicidad del semanario Sports America, y acaba de cerrar el mejor año de la revista gracias, en gran medida, a la cálida, ho­nesta y amistosa forma de negociar de Dan y al espíritu de equipo del departamento que él encabeza.

Casado y con dos hijas, Dan recibe perplejo la noticia de que va a volver a ser padre mientras se sobrepone a la marcha de su hija y ojito derecho, Alex (Scarlett Jo­han­sson), a la prestigiosa -y cara- Univer­si­dad de Nueva York. Dan no se agobia, pero es consciente de que vuelve a tocar apretarse el cinturón para llegar a fin de mes.

Y en éstas entra en escena Carter Duryea (Topher Grace), 26 años, un ejecutivo agresivo de la compañía Globecom, nueva propietaria de la revista Sports America. Carter, pletórico de autoestima, llega a la revista con una filosofía y unas maneras muy distintas a las de Dan, y no sólo en lo profesional.

El magnífico reparto da mucha soltura a es­­ta entretenida historia sobre asuntos familiares, afectivos y laborales que resultan bastante cercanos al espectador, tratados con gra­cia, elegancia y sentido común. Hay un men­saje optimista -poco habitual en el cine de nuestros días- en esta película que parece inspirarse en el tono humanista y alentador de las películas de Vicente Minelli o Leo MacCarey. Hay química entre el veterano Quaid, la emergente Johansson y el casi desconocido Topher Grace, que termina cua­jando una gran actuación.