La casa del terror

Es Halloween y un grupo de veinteañeros -algunos se acaban de conocer- se atreven a vivir experiencias extremas. Tanto más terrorífico que los jóvenes se dan cuenta de que las trampas van muy en serio.

La casa del terror es una película de género que responde al canon de terror adolescente: chicos y chicas más o menos descerebrados que entran de noche donde no debieran y hacen todo para que unos psicópatas acaben con ellos. Pero hay que reconocerle una serie de detalles que la hacen superior a la media: los principales personajes están bien dibujados, no son simples muñecos que maltratar; evita la charcutería, mediante elipsis, en los momentos más salvajes; el inevitable guiño/susto final sorprende gratamente.

Scott Beck y Bryan Woods, directores de La casa del terror, han comentado que el enfoque de esta película se vio influido por «dos obsesiones particulares: nuestra pasión por las películas sencillas y directas de serie B y nuestra experiencia común de habernos criado juntos en Iowa, frecuentando de adolescentes los mismos lugares favoritos. Los lugares típicos de nuestro pueblo natal no eran instituciones relucientes, sino más bien fábricas abandonadas de terror. Asustaban a la comunidad con su estética mínima, reducida a los elementos esenciales de óxido, ladrillo y oscuridad, y valiéndose del minimalismo para avivar tu imaginación. Esas experiencias tempranas conformaron nuestro enfoque general a la hora de hacer cine, enseñándonos la importancia de «lo que no ves da aún más miedo». Es una lección que se infiltró en la estructura básica tanto de Un lugar tranquilo como de La casa del terror, dos guiones que se escribieron sin garantía alguna de que alguna vez llegaran a cobrar vida en la gran pantalla. Pero, para nuestra enorme sorpresa y buena fortuna, ambos proyectos recibieron luz verde simultáneamente».

Película de ocasión, destinada para los incondicionales del terror, sobre todo en estas fechas, sin pretensiones.

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