La casa entre los cactus

Estamos a comienzos de los años setenta. Emilio y Rosa son una pareja feliz que vive voluntariamente lejos de todo y de todos con sus cuatro hijas, en una gran casa aislada. El único toque de tristeza es el recuerdo de su hija/hermana mayor, que falleció en un accidente. La existencia transcurre apacible hasta que un día aparece un extraño excursionista que dice haberse perdido y les pide ayuda.

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La casa entre los cactus es la ópera prima de Carlota González-Adrio, quien da muestra de tener un pulso firme, pero viene lastrada por un guion harto complejo, basado en una novela cuya adaptación ha realizado el propio escritor. La primera parte de la película está llevada de forma impecable. La presentación de la casa y de sus habitantes está llena de detalles que sugieren sutilmente el misterio que oculta esa familia ejemplar. Pero enseguida nos encontramos con una serie de giros de guion que suponen un conocimiento de la trama que solo el escritor/guionista conoce y que al público le resultan desconcertantes. La tensión sube pero despierta poco interés. Ninguno de los personajes provoca empatía, es imposible, todos son un misterio. La historia carece de elementos que provoquen al espectador. El desenlace resulta un buen apaño tras un nudo errático.

Los adultos, particularmente y sin sorpresas Ariadna Gil, son de gran solvencia; las niñas, también sin sorpresas, son naturales y expresivas.