La cena

La cena salva el riesgo del estereotipo o del tópico gracias al buen guión y a las medidas interpretaciones, con mención especial a Gassman y Ardant

La cena (1998), de Ettore Scola

La cena: Cocina italiana

Tiene mérito, en los años que corren, atreverse a rodar una película en una sola localización y haciendo coincidir tiempo real (el de una cena) y tiempo cinematográfico. Y, encima, hacerlo bien. Ya nos demostró Ettore Scola su devoción por esta opción en títulos como La terraza o La familia, películas corales al igual que La cena.

Scola delimita el espacio, en esta ocasión un restaurante de Roma, para dejar que la gente corriente se confiese tal y como es, revelando preocupaciones y miedos, sueños y esperanzas, desilusiones y añoranzas. Con tono de comedia transgresora y a través de una voluntaria fragmentación de los diálogos, Scola presenta a múltiples personajes de a pie que abren los ojos ante sus propias vidas y ante las de los demás. En las mesas, de todo: una divorciada más preocupada por su silicona que por su hija, que le está diciendo que quiere ser monja; una familia de turistas japoneses; un profesor de filosofía amante de su alumna y harto de ella; cinco empresarios que discuten sobre política; una pareja prometida con problemas de embarazo (ella) y de infidelidad (él); dos actores que filosofan, ensayan y discrepan sobre su próxima obra; un hombre inseguro que llega allí siguiendo su destino y acaba cenando con un mago que comprueba, atónito, cómo su propia farsa se hace realidad; unos jóvenes que celebran el cumpleaños de la sobrina de Flora y Arturo, dueños del restaurante; y el Maestro (Gassman), asiduo cliente que maneja la palabra con inteligencia y que es testigo de todo cuanto acaece, dándose la licencia de intervenir, opinar o ayudar a los restantes comensales.

Buen ejemplo de cine europeo

La cena salva el riesgo del estereotipo o del tópico gracias al buen guión y a las medidas interpretaciones, con mención especial a Gassman y Ardant, hilos conductores de unas conversaciones que fluyen con naturalidad, entre olores familiares de pipa o de guisados, con un montaje que entrelaza las mesas y que no deja que ninguna situación progrese a destiempo (ni siquiera el pastel que está preparando el jefe de cocina). Sencillez y buen hacer para un film que da muestras de la gran validez de este tipo de oferta europea. Y es que, como espectadora, una comparte la sentencia del viejo Gass­man: «En el fondo hace falta tan poco para estar a gusto…».

Ficha Técnica

  •  Fotografía: Franco Di Giacomo
  • Música: Armando Trovajoli 
  • Montaje: Raimondo Crociani 
  • País: Italia
  • Año:1998

 

Suscríbete a la revista FilaSiete

Salir de la versión móvil