La espía roja

La espía roja: Una historia mal contada

· El principal inconveniente de La espía roja está en el guion. La trama del espionaje está contada con tan poco ritmo que nunca te acaba de interesar una historia que cambió el rumbo de la II GM.

Durante 72 años la agente secreta de la KGB Melita Nor­wood engañó al gobierno británico. En el año 2000 los agentes del MI5 entraron en su casa acusándola de ha­ber proporcionado a los rusos información secreta sobre la bomba atómica en la II Guerra Mundial. Con ese comienzo se podría escribir una novela o incluso una sa­ga fascinante, pero el guionista Lindsay Shapero (hasta ahora escritor de algunos documentales y TV movies), no ha sabido transmitir casi ninguna emoción o interés a su relato.

La película tiene un nivel de producción más que acep­table y un reparto en el que destacan la joven Sophie Cookson (Kingsman, Moonfleet) y la extraordinaria Judi Dench, que se presenta como protagonista en la cartelería de promoción, aunque su participación es mínima. El principal inconveniente de la película está en el guion. La trama del espionaje está contada con tan poco ritmo, intensidad y talento que nunca te acaba de interesar una historia que cambió el rumbo de la II Gue­rra Mundial.

En la descripción de personajes tampoco hay donde em­patizar… retratos sin alma de individuos envueltos en historias de amor forzadas con sexo impulsivo. Te gus­taría saber más de cada uno de ellos, pero los diálo­gos no aportan algo que se salga de la rutina y la frialdad distante.

La música del muy experimentado George Fenton (Tie­rras de penumbra, Grita libertad, Ana y el Rey, Buscando a Eric) intenta suplir las carencias dramáticas de la película con una presencia agotadora de melodías insulsas y redundantes. De esta manera, el largometraje es un producto de sobremesa, ideal por su carácter inofen­si­vo para una tarde en la que el espectador busque pocas com­plicaciones.