La gran belleza: Agotadora banalidad
Jep Gambardella es un maduro periodista. Hace muchos años ganó un premio con una novela. Desde entonces, sigue buscando la inspiración en medio de una vida disipada en una Roma bellísima y absolutamente mundana.
Paolo Sorrentino se llevó el aplauso de la crítica en Cannes con esta película plagada de excesos que es, en el fondo y en la forma, un homenaje al cine de Fellini. A estas alturas, cualquiera que haya buceado mínimamente en la sinopsis habrá leído que La gran belleza es una revisión de La dolce vita, y claramente lo es, con un alter ego de Marcello Mastroianni observando, primero como espectador ajeno y después como protagonista, el hastío de tanta vida derrochada en la más absoluta banalidad. Pero la cinta entronca también directamente con la estética barroca y hortera de Roma y con las melancólicas y cínicas reflexiones que pueblan Ocho y medio. En resumen, seguimos hablando de Fellini.
Del famoso cineasta italiano toma los personajes -no solo al protagonista, como hemos dicho, sino a las prostitutas, nobles, cardenales y monjas- y los escenarios, burdeles, palacios y salones. Copia sus excesos, la continua presencia de una sexualidad agresiva, chillona y profundamente triste, imita sus orgías, sus desfiles, sus milagros y sus bailes. Y trata también de acercarse al alma atormentada de Fellini.
Y aquí es donde probablemente se abre una falla considerable entre La dolce vita y La gran belleza porque, pese a que los dos finales -magníficos- parecen concluir lo mismo, la fuerza moral de la primera está a años luz de la segunda. Fellini, inmisericorde, condena a su personaje mientras que Sorrentino le pasa la mano por el lomo. Todo es más consolador y buenista… pero también es mucho menos verdadero.
En el fondo, mi juicio de La gran belleza es muy similar al de La dolce vita. Las dos películas me parecen interesantes y me agotan al mismo tiempo (aunque soy consciente de que tanto Fellini como Sorrentino precisamente lo que pretenden con sus idas y venidas, con sus repeticiones y con su largo metraje es que el espectador se agote porque la banalidad agota). Me molesta su excesivo subrayado en la decadencia y, en el caso de La gran belleza, me chirría también su recreación en lo sórdido.
Una recreación que trata de encontrar en medio del vertedero el pálpito de la belleza, de lo puro. Por eso Sorrentino en una banda sonora ecléctica y, lo reconozco, brillante, mezcla a Preisner, Martynov y Górecki con Rafaella Carrá: porque antes ha mezclado la visión del Coliseo con el tosco espectáculo obsceno de un burdel de barrio. El efecto es el mismo que, si en mitad de un reality, tratamos de insertar la cinematografía de Malick (por cierto, es llamativa la presencia del cineasta americano a lo largo de esta película).
La cuestión es, si siendo el ser humano como es, es capaz de descubrir diamantes en la basura o si, por el contrario, el continuo contacto con la banalidad y la decadencia lo transforman a él mismo en un triste ser vacío y decadente. Lo dicho, Fellini lo tenía más claro que Sorrentino…
Ficha Técnica
- Dirección: Paolo Sorrentino,
- Guion: Paolo Sorrentino, Umberto Contarello,
- Intérpretes: Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferilli, Carlo Buccirosso, Iaia Forte, Pamela Villoresi,
- País: Italia, Francia (La grande bellezza, 2013)
- Fotografía: Luca Bigazzi
- Montaje: Cristiano Travaglioli
- Música: Lele Marchitelli
- Duración: 142 min. +18 años (X)
- Distribuidora: Wanda
- Estreno: 5.12.2013