La habitación de al lado

Se estrena La habitación de al lado, película número 23 del conocidísimo cineasta Pedro Almodóvar. Pasó por Venecia con todos los honores, y se alzó con el flamante León de Oro, que hasta ahora se le había resistido. Posteriormente la ha estrenado en el marco de la 72º edición del Festival de Cine de San Sebastián donde, además, recibió el Premio Donostia por toda su trayectoria.

La habitación de al lado cuenta la historia -basada en el libro “Cuál es tu tormento”, de Sigrid Nunez-, de Ingrid (Julianne Moore) y Martha (Tilda Swinton), amigas en su juventud. Se encuentran después de muchos años, cuando Ingrid se entera de que Martha tiene cáncer y se va a morir.

Hubo una época, sobre todo por los 80-90, en los que Almódovar rodaba con soltura, con frescura, lo que quería, porque transmitía lo que le salía del alma. Era un creador original, rompedor, disruptivo; también chabacano y cutre. No pasaba indiferente: o te encantaba o te espantaba. Pero no se le podía tachar de políticamente correcto. Era un alma libre. Y así realizó películas interesantes, como Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), La flor de mi secreto (1995) o incluso Volver (2006).

Pero de poco tiempo a esta parte, se ha sumado a los artistas que someten su arte (que lo tiene y mucho) a unos postulados que se ponen de moda y que descaradamente hay que apoyar. El problema es que se nota demasiado, porque las historias ideologizadas pierden naturalidad, espontaneidad. Y esto pasa –again– con su última producción. Quizá por esta razón,  la historia deja frío, no transmite ni media emoción. Aunque hay quien dice que puede ser por el idioma: al rodar en inglés no ha sabido impregnar las conversaciones de la autenticidad que le da el oriundo del lugar. Pero en realidad es una historia postiza, impostada, desde su planteamiento. Y lo poco auténtico no convence. Por eso, la crítica ha sido diversa.

Así y todo, se puede disfrutar de lo sublime de Almodóvar: su estilo visual tan elegante, con esos colores habituales, la música embriagadora de Alberto Iglesias, reconocible desde el minuto uno, una planificación cuidadísima al detalle y una fotografía intachable. En todo esto, Almodóvar es único.