La herencia

La herencia: No mola ser jefe

La herencia es la segunda parte de una pre­tendida trilogía sobre diversos estratos sociales de la sociedad danesa. En la primera, Bänken (2000), el director danés de 43 años Per Fly contó una historia protagonizada por empleados. En La herencia les toca a los em­pleadores. Se trata de la tercera película dirigida por Fly, que en 2001 estrenó Prop og Ber­ta, un largo de animación.

Asistiremos al cambio radical que sufre la vi­­da, la personalidad y las relaciones de Chris­to­ffer -dueño de un restaurante en Estocolmo y felizmente casado con María, una actriz de teatro sueca- cuando, de modo inesperado, tiene que volver a Dinamarca para hacerse cargo de la industria que pertenece a su familia desde ha­ce varias generaciones. La planta siderúrgica Borch Møller y los hogares del clan familiar se­rán escenario de la lucha por el poder y de la to­ma de decisiones empresariales que afectarán a la vida de cientos de obreros.

El actor Ulrich Thomsen (Celebración, El mundo nunca es suficiente) lidera un buen reparto en una película muy correcta y con un plan­teamiento sugestivo, pero nunca especialmente brillante desde el punto de vista narrativo, quizás por una excesiva acumulación de información, que podría tener su origen en la autoría colectiva del guión.

No fue esa la apreciación del Jurado del pasado Festival de San Sebastián, que le concedió el premio al mejor guión. Las casi dos horas de metraje retratan, con saltos temporales, los dilemas éticos a los que se enfrenta un empresario en el juego de la competencia capitalista, con toda su parafernalia de fusiones, opas y reconversiones. Quizás la trama empresarial está mejor llevada que la peripecia personal y familiar del atribulado Christoffer. En este sentido Fly procura huir de maniqueísmos en su retrato del management, cosa que no le ocurre en los re­tratos de la familia propietaria y del matrimonio del protagonista. Quizás este último ámbito es el menos conseguido.