La hija oscura

La hija oscura: Playera amargura desencantada

· Crítica de La hija oscura | Estreno 18 de febrero de 2022.
· Gyllenhaal se estrena como directora y guionista en una película discreta.

Leda, profesora universitaria estadounidense de 48 años, llega a un pueblecito de la costa griega para pasar unos días de vacaciones y preparar las clases del curso siguiente. Alquila un apartamento y baja a una pequeña playa diariamente para leer y escribir.

La quietud de esa rutina -apartamento, chiringuito y playa- se rompe cuando llega una ruidosa familia italiana. En la playa, Leda se interesa por Nina, joven madre de una niña y a punto de dar a luz a la segunda. De alguna manera, se ve retratada en ella. Todo empieza a volverse una pesadilla.

Ferrante es una de esas escritoras que algunos se empeñan en postular como extraordinarias. A mí no me lo parece. Escribe bien, pero sus retratos de mujeres atrapadas en ambientes tóxicos no dejan de ser elementales y clónicos, con un nihilismo resultón pero vacío y elemental, tedioso y aburrido. Como retratos sociales, las novelas de Ferrante tienen el inconveniente de no tener escala de grises. Todo se fuerza para que el negro sea muy negro y no exista contraste.

Gyllenhaal se estrena como directora y guionista en una película mal rodada y con un montaje plúmbeo, en buena medida por la manera de narrar los dos tiempos de la vida de la protagonista. La historia es tóxica y enfermiza y se hace eterna. Una cosa es inquietar y otra provocar sopor. La fotografía tiene muchos problemas de raccord y la planificación es elemental hasta decir basta.

Olivia Colman (El padre) hace un buen trabajo, pero ya la hemos visto muchas veces en ese tipo de personaje. Dakota Johnson (Malos tiempos en El Royale) está bien, pero su personaje no está bien construido. Quizás pese especialmente la opción de Gyllenhaal por convertir en profesora norteamericana experta en literatura italiana, a la que en la novela es una italiana experta en literatura norteamericana. El personaje de Ed Harris es un despropósito.

Llama la atención que lo que añade Gyllenhaal a la novela sean dos secuencias de sexo con diálogos repugnantes. La novela Ferrante evita las descripciones sexuales, porque no son necesarias para explicar el viaje interior hacía la oscuridad de la protagonista, instigado por los acontecimientos externos.

En fin, una película apañada, poco más.