La juventud

Sorrentino abandona cierta estridencia formal, habitual en su filmografía, y la narración lineal se convierte en la protagonista de la historia

La juventud (Paolo Sorrentino, 2015)

La juventud: Estética extravagante

Existe cierta inclinación en el cine del director italiano Paolo Sorrentino a infrin­gir las reglas de los géneros en los que podrían encasillarse sus películas, con el fin de parecer poco convencional. El peligro que se cierne sobre esta deliberada vo­luntad de estilo que propone, corre el riesgo de diluir la idea de fondo de sus películas al quedar sometidas a los aspectos formales de cada filme que realiza. Si Las consecuen­cias del amor posee el argumento de un thriller enmarcado en una puesta en escena más propia del drama existencial e Il Divo es un drama político presentado como si se tra­tara de un thriller, no es menos cierto que la barroca La gran belleza es una búsqueda ca­leidoscópica y plagada de digresiones sobre la necesidad de vivir, en la que tras una pues­ta en escena aparentemente naif esconde una profunda reflexión sobre la belleza y el sentido de la existencia, de una manera más interesante de lo que hacía La dolce vi­ta (Fellini, 1960).

El propio Sorrentino ha confesado su predilección por las piruetas narrativas que tie­ne su origen en «su pasión por la puesta en escena, el montaje y la tecnología», y en es­te sentido afirma que «me gusta usar todos los recursos estilísticos a mi disposición, pero creo que lo hago siempre poniéndolos al servicio de la película». In­cluso, los aspectos formales de Un lugar donde quedarse son más asimilables a partir de las pautas codificadas por las que transcurre la mayor parte del metraje de la pelícu­la, más propias del drama familiar, que de la historia de búsqueda y redención con toques de thriller en el que, finalmente, se convierte la historia.

Como se aprecia, se encuentra en Sorrentino una aspiración permanente, convertida en una característica propia de su estilo, por descolocar al espectador y jugar al despiste a través de las imágenes que plantea en la puesta en escena. Además, sus propuestas na­rrativas también desbordan ironía, casi en cada escena, porque como él mismo añade «se pueden decir muchas cosas con pocas palabras gracias a la ironía». De este modo, la peculiar visión del cine que posee el director italiano, para quien las imágenes en mo­vimiento le sugieren parecidos con «un gran juego», permite entrever unos riesgos cu­yas consecuencias se adivinan en la limitada difusión y alcance de su obra y también en el análisis de la misma. Pero como el propio Sorrentino afirma, «nunca he querido ver películas que me cuenten las cosas como son». Ni más ni menos que el mismo criterio que sigue para hacer cine.


Sin embargo, no sucede así en La juventud, donde Sorrentino abandona cierta estridencia formal y la narración lineal se convierte en la protagonista de la historia. No obs­tante, la inclinación natural que experimenta el director napolitano hacia una esté­ti­ca extravagante y estilista continúa presente en algunos momentos de la película. Por ejemplo, las filas de ancianos que de un modo marcadamente expresionista se diri­gen hacia las aguas termales del balneario, con movimientos pautados y coordinados, es decir, automatizados, que recuerdan a los que ejecutaban los obreros en Metrópolis (Lang, 1927), y la pesadilla nocturna que sufre uno de sus protagonistas, que contiene también matices de iluminación marcadamente expresionistas.

El hastío vital provocado por la ausencia de imaginación

En consonancia con las particularidades de su estilo formal, no puede ser casualidad que Sorrentino comience Las consecuencias del amor, Il Divo y La gran belleza aludiendo directamente a la capacidad o incapacidad para imaginar de sus protagonistas, como re­curso casi exclusivo de la supervivencia del ser humano. En este sentido, es relevante des­tacar la predilección del director y guionista italiano por convertir en protagonistas de su cine a personas que se encuentran a las puertas de la ancianidad o individuos que ya han traspasado sus umbrales.

Es como si la principal lucha que debe librar el ser hu­mano, una vez que empieza a ser abandonado por la energía vital y el vigor del cuer­po, tuviera que reprogramarse para encontrar un nuevo acomodo en la vida a través de las proyecciones de la mente (el uso de la imaginación) y seguir encontrando un sentido a la existencia. En definitiva, una excusa para mantener el brío emocional y no aparecer co­mo muertos vivientes.

José Gabriel Lorenzo

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El estudio crítico completo de esta película se encuentra en el libro Cine Pensado 2016, que puedes adquirir en este enlace:

Ficha Técnica

  • MúsicaDavid Lang
  • FotografíaLuca Bigazzi
  • Duración: 118 minutos
  • País: Italia
  • Año: 2015
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