La piel que habito: Melodrama en la epidermis
La piel que habito: Pedro Almodóvar cambia el envoltorio para contar una oscura y monstruosa historia de venganza, pasión, identidad y sexo.
No es extraño que Pedro Almodóvar se sintiera atraído por Tarántula, una novela corta del francés Thierry Jonquet que narra con descarnado realismo y pasajes pornográficos la malsana y enfermiza obsesión de un cirujano por una misteriosa mujer físicamente perfecta.
En la novela de Jonquet están algunos de los temas recurrentes en la filmografía del director manchego: la búsqueda de la identidad, el oscuro mecanismo del deseo, la violencia de las pasiones y el sexo: mucho sexo; morboso, violento, mecánico, utilitarista. Almodóvar ha añadido de su cosecha otro de sus temas constantes -la fuerza de la maternidad-, que no estaba en la novela.
Lo primero que hay que decir es que esta cinta pertenece al “lado masculino” de la filmografía de Almodóvar, que es lo mismo que decir, como él mismo reconoce, al lado oscuro. La película está a años luz de Volver o Mujeres al borde de un ataque de nervios, y un poco más cerca de Hable con ella, Carne trémula y La mala educación. Se habla de un giro en la filmografía del director y, en cierto modo, es así.
El realizador manchego cambia su habitual registro abigarrado y folclórico (ya se apartó de él en Los abrazos rotos) para crear un ambiente frío -sería mejor decir gélido-, estático, contenido, misterioso. Sin dejar por eso de ser, en la manera de rodar y componer los planos, Almodóvar cien por cien. Hay varios elementos que sostienen este giro: la música de Alberto Iglesias, la elaboradísima planificación y las contenidas interpretaciones de Antonio Banderas y Elena Anaya.
A nivel formal y de puesta en escena todo funciona como un reloj suizo, de ahí la sensación que pueden tener algunos de estar ante una película grande o, cuando menos, interesante. De ahí también la afirmación de Almodóvar, “esta película hay que verla por segunda vez”. Para pensarla, para entenderla.
Confieso que esta sensación duró unos pocos minutos, muy pocos. La película no me aguantó una segunda pensada. Reconozco que el envoltorio, la piel que recubre la cinta, es de buena calidad. Es un papel vistoso y atractivo, subyugante y perturbador, pero la materia narrativa es paupérrima y está hinchada a base de artificio, de acumulación de elementos bizarros, de caprichosa distribución del tiempo (el único objetivo de un largo primer acto inútil desde el punto de vista del argumento es crear en el espectador una sensación de extrañeza) y de exagerada contención. El choque entre la brutalidad de lo que se cuenta con la frialdad del tono y de los personajes -especialmente el interpretado por Antonio Banderas- acaba pasando factura al film.
Una película salvaje, violenta, brutal, en la que una violación sucede a otra, y ésa a otra, y a otra aún peor… y en la que, sin embargo, es casi imposible sentir odio por el verdugo, pena por la víctima, nostalgia por los muertos. La gélida puesta en escena es casi frívola y acaba contagiándose al espectador. Lo que se le cuenta es horrible pero es tan lejano, tan ajeno, tan bizarro, tan preparado, tan artificial, tan poco verdadero, tan operístico… que se queda en la epidermis.
Ficha Técnica
- Dirección: Pedro Almodóvar,
- Guion: Pedro Almodóvar,
- Intérpretes: Elena Anaya, Antonio Banderas, Marisa Paredes, Roberto Álamo, Jan Cornet, Blanca Suárez,
- Fotografía: José Luis Alcaine
- Montaje: José Salcedo
- Música: Alberto Iglesias
- País: España
- Duración: 117 m.
- Público adecuado: +18 años (sexo crudo, violencia)
- Distribuidora: Warner
- Estreno: 2.9.2011
LA PIEL QUE HABITO, 2011