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La profesora de piano

Gerster apunta maneras de retratista minucioso y, como hizo en su primer filme, sigue los pasos de sus personajes sin prisa

La profesora de piano (2019)

La profesora de piano: Retrato de una ambición

· Crítica La profesora de piano | Estreno 17 de julio de 2020.
· El realizador alemán ha querido contar con el mismo actor que interpretó a Niko en su primera película, Tom Schilling (La sombra del pasado), para encarnarse en un persona­je bien distinto.

Crítica La profesora de piano | En su opera prima el director alemán Jan-Ole Gerster hizo lo mejor que se puede hacer en un proyecto de ca­rrera: narrar sobre algo conocido. Oh Boy trataba de un chico que abandona la Universidad y al que su padre le corta el suministro. Un joven solitario y perdido que va­ga por Berlín y que podría ser él mismo.

En su segundo largometraje ha querido contar con el mismo actor que interpretó a Niko, Tom Schilling (La sombra del pasado), para encarnarse en un persona­je bien distinto. Viktor es un joven músico, virtuoso, per­feccionista e inseguro que está a punto de hacer su de­but como compositor bajo la gigantesca sombra de la apro­bación de su madre, Lara, una profesora de piano frus­trada que ha volcado sus deseos de éxito en la preparación de su hijo.

En su 60 cumpleaños y el día de su jubilación como fun­cionaria, Lara, interpretada por una fabulosa Co­rinna Harfouch -actriz alemana que aquí recuerda al per­sonaje despreciable de Isabelle Huppert en la película de Haneke, La pianista-, es consciente de que está le­jos de llevar una vida plena y de que no ha hecho otra co­sa que amargar la de su marido, del que está separada, la de su hijo, y la de su propia madre. Y aunque la vi­da le ofrece alguna oportunidad, se niega a sí misma la posibilidad de intentar ser feliz. Por eso se debate en­tre celebrarlo precipitándose desde la ventana -no es spoi­ler, aparece en la primera secuencia- o presentándose, sin ser bienvenida, en el concierto de piano más importante de la carrera de Viktor.


Está claro que Gerster apunta maneras de retratis­ta minucioso y, como hizo en su primer filme, sigue los pasos de sus personajes sin prisa, mostrando poco a poco sus propósitos. Y curiosamente tiene un efecto ca­si hipnótico, porque no podemos dejar de observarlos, también por su excelente interpretación. En ocasiones ha expresado que quiere retratar la sociedad en la que vi­ve. En el caso de Lara, la ambición, la intolerancia al error, el peligro de la autoexigencia, el daño que puede in­fligir el autoritarismo en los hijos, la incapacidad de amar, la soledad.

Entonces, apostó por una evocadora fotografía en blan­co y negro. Ahora elige los tonos beige y naranjas, don­de adquiere protagonismo el abrigo de Lara, que actúa como una coraza de su fragilidad interior. Ese color ha­bitualmente asociado a la juventud, felicidad y energía resulta chocante en el rostro afeado por la terquedad y la amargura. La disonancia de la banda so­nora de en­sayos de orquesta no hace otra cosa que re­forzar la in­comodidad y la falta de empatía que senti­mos por es­te extraño personaje cuyo hermetismo va desvelándose po­co a poco y por el que llegamos a sentir un atis­bo de com­pasión.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Frank Griebe
  • Montaje: Guillaume Guerry, Isabel Meier
  • Música: Arash Safaian
  • Duración: 98 min.
  • Público adecuado: +16 años
  • Distribuidora: Alfa
  • Alemania (Lara), 2019
  • Estreno: 17.7.2020
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