La silla

La silla: Ejercicio de estilo

Los realizadores y guionistas J. D. Wallovits y Roger Gual rodaron al alimón en 2002 Smoking room, que les valió el Goya a la mejor dirección novel y el premio especial del jurado en Málaga. Si en abril de este año Gual estrenó Remake, sobre el fracaso de la utopía hippy y el distanciamiento generacional, ahora Wallovits hace lo propio con La silla, una cinta mucho más minoritaria que la de su anterior compañero, que de hecho se estrena en España con tan solo nueve copias.

La silla gira en torno a un hombre desencantado con su vida, en constante vigilancia por dos policías, que al encontrar una silla imitación Bauhaus decide adquirirla con la esperanza de que, gracias a ella, todo pueda cambiar. Wallovits plantea su película con notables pretensiones autorales y rodeado de un gran equipo de actores, entre los que sobresalen las actuaciones de Francesc Garrido y Ulises Dumont.

Pese a estar rodada en escenarios fácilmente reconocibles, la propuesta del realizador está basada en un proyecto de descontextualización, establecer una realidad subjetiva que obligue al espectador a entrar en la película. Esto no siempre resulta fácil, porque si el gran mérito de la cinta reside en la creación de ambientes y la importancia del paisaje, se hace más dudoso intentar adivinar las intenciones que la recorren -apenas hay diálogo y sí un narrador que tratará de explicarnos al personaje principal-.

El guión del propio Wallovits apunta reflexiones acerca de la búsqueda, el deseo, los problemas imaginarios, la insatisfacción que producen los objetos, que no terminan de reflejarse adecuadamente en las imágenes. En ellas prima la experimentación y el ejercicio de estilo, lo que sin dejar de ser meritorio, deja la historia desangelada de contexto y reflexión. En cualquier caso, está claro que se trata de un proyecto interesante, aunque es una lástima que la búsqueda de sentido termine en predeterminación.