La vida es un milagro: Bosnia, mon amour

El laureado Emir Kusturica (Sarajevo, 1954) regresa al delirio con la historia de una familia bosnia formada por el ingeniero Luka, su esposa Jadranka y Milos, el hijo de ambos, virtuoso del balompié que sueña con ser fichado por el Partizán de Belgrado. En 1992, cuando el conflicto estalla, la familia de Luka, que ha dejado la ciudad para instalarse en una pequeña y aislada estación de tren en la montaña, intenta seguir adelante. Un proyecto de línea ferroviaria para fomentar el turismo en la zona sirve de raíl para una sofisticada historia de amor en tiempos de guerra que se mueve al ritmo de la música unza-unza de la No Smocking Orchesta, de la que Kusturica forma parte como bajista y en la que también está su hijo Stribor, actor en esta película.

El tono disparatado, entre Lubitsch y Capra, le va bien al director de Underground, que quizás se excede en la ración. La película, rodada con un presupuesto de 8 millones de dólares en bellísimas localizaciones serbias, se descontrola y pierde fuelle debido a lo ambicioso -y forzado- de un enloquecido dilema shakespeareano fuertemente balcanizado; por momentos trufado de una prescindible y excéntrica procacidad.

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Magníficos actores componen unos personajes muy bien dibujados, que acusan el peso de un innecesario histrionismo. La utilización de los animales y de los artefactos ferroviarios es divertida pero también cargante, aunque siempre cabe apelar a un uso intencionadamente metafórico de la terca y estúpida recurrencia de los humanos cuando nos dejamos cegar por el odio, el rencor y la ambición. Kusturica, que vivía en Francia cuando estalló el conflicto, ha declarado sentirse identificado con Luka, el ingeniero protagonista de la película. «Me pasé un mes negándome a admitir lo que estaba pasando».


La vida es un milagro (Zivot je cudo)

Francia/Serbia & Montenegro, 2004

Ficha Técnica

Fotografía: Michel Amathieu Montaje: Bruno Tarrière Música: Dejan Sparavalo, Emir Kusturica Distribuidora: Alta

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