La virgen roja: Creada para ser perfecta

· Crítica de La virgen roja | Estreno 27 de septiembre de 2024.
· Nimri estudió e interiorizó este papel a conciencia, investigando en los escritos que existen del personaje. Y le ha salido de primera. Como contrapunto, Alba Planas le da una estupenda réplica.

Madrid. 9 de junio de 1933. Hildegart, una chica de 18 años, es asesinada por su madre, Aurora Rodríguez, cuando dormía en su cama. Este filicidio lo justifica la madre porque: «El escultor, tras descubrir la más mínima imperfección en su obra, la destruye». ¿Qué pasó antes? ¿Cómo se llega a este monstruoso final? De esto va la última y potente película de la zaragozana Paula Ortíz (1979), que ya tiene nombre propio en nuestra filmografía por películas tan grandes como La novia (2015), Al otro lado del río, entre los árboles (2022) o Teresa (2023).

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El guion (elaborado por Eduard Sola y Clara Roquet) cuenta la historia basada en hechos reales, de esta niña creada por su madre como un proyecto eugénico, para ser la mujer perfecta, la primera mujer libre, que cambiara la sociedad. Mujer adelantadísima a su tiempo, que con 18 años ya era abogada, hablaba varios idiomas, había escrito muchos ensayos y artículos de periódico que trataban de la revolución sexual, había sido vicepresidenta de las juventudes socialistas, estaba en contacto con la élite intelectual de la época… toda una grande. A la madre le había salido bien el experimento… hasta que observa cómo se le empieza a ir de las manos.

Ortiz, una directora con grandes inquietudes intelectuales y sociales, conocía al personaje de cuando estudiaba en la universidad. Le atrapó y siguió investigando en su vida y obra los años siguientes. Así que se quedó de piedra cuando la productora María Zamora le planteó dirigir esta producción, que quizá hasta ahora sea su proyecto más personal.

La virgen roja plasma esta tremenda trama, apoyándose, en primer lugar, en el elenco actoral. Increíble Najwa Nimri, en su papel de madre «diosa», encarnación del mito de Frankenstein. Nimri estudió e interiorizó este papel a conciencia, investigando en los escritos que existen del personaje. Y le ha salido de primera. Como contrapunto, Alba Planas le da una estupenda réplica, en esta historia donde se pretende resaltar las visiones de la vida tanto de la hija como de la madre (la madre tuvo más importancia por ejemplo en la película Mi hija Hildegart, de 1987, dirigida por Fernando Fernán Gómez). También destacan las interpretaciones de los personajes Aixa Villagrán (Macarena, la empleada) y Patrick Criado (Abel Velilla, el chico socialista con el que Hildegart se relaciona), que proporcionan una bocanada de aire muy necesaria a la historia, y que recuerdan el mundo imperfecto y real.

Además, Ortiz aplica sus recursos visuales y narrativos de modo acertado. Esta película es menos contemplativa que las anteriores, por la historia. Es una película que tiene más acción, que avanza. Y sabe adaptarse a estas necesidades. Se nota mucho estudio de documentación, con unos diálogos inteligentes y profundos.

Pero su estilo es su estilo, y la poesía sigue presente. Juega con la luz, el aire, los movimientos… La fotografía juega con los colores blanco, negro y rojo, usados de modo metafórico. Ellas siempre van de negro, como reflejo de libertad y diferenciación con el resto del mundo (evidente en la secuencia donde observan un partido, rodeadas de todo un público que va de blanco). Pero el rojo hace aparición en momentos necesarios, relacionándolo con el amor, o con la sangre, de una virgen que es socialista.

Los temas interpelan y mucho. La película habla del feminismo que desprecia la figura del hombre. Para Aurora los hombres son un estorbo. Y la realizadora lo plasma a través de los versos de Shakespeare, «no sufráis niñas… el hombre es un farsante…», que la madre recuerda a su hija en diversas partes de la trama (qué diferente del planteamiento de la divertida comedia Mucho ruido y pocas nueces, Branagh, 1999).

La trama plasma, sobre todo, el peligro del fanatismo: de la radicalización de las ideas, que impiden la libertad. Como dice Ortíz, «los sueños de la razón engendran monstruos». De modo metafórico y muy revelador desde el punto de vista narrativo son las apariciones de un maniquí que se agrieta, mientras la madre «diosa» constata que su proyecto se fractura. Se masca la tragedia. Además, la música de Guille Galván y Juanma Latorre aporta la atmósfera complementaria de tensión, de fractura, con música distorsionada, y voces de coro rotas.

Y, finalmente, la historia habla del amor. «Sin amor, no hay revolución», dice Hildegart a su madre en la última y definitiva conversación. De hecho, una de las secuencias más bonitas, ya avanzado el metraje, está relacionada con el amor, el cariño, la ternura, gracias a que existen Abel Velilla y Macarena (que representa el papel de verdadera madre, sin serlo).

La película fue presentada en el pasado Festival de Cine de San Sebastián, en la sección de proyecciones especiales. En el mismo festival, la productora María Zamora recibió el Premio Nacional de Cinematografía 2024 por su apoyo al cine independiente y arriesgado. Bien merecido.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Pedro J. Márquez
  • Montaje: Pablo Gómez Pan
  • Música: Guille Galván, Juanma Latorre
  • Duración: 114 min.
  • Público adecuado: +18 años (X)
  • Distribuidora: Elástica
  • España, 2024
  • Estreno: 27.9.2024
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Reseña
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Profesora universitaria de Cine Español y Estética Musical. Coordinadora Académica Área de Comunicación Universidad Atlántico Medio (Las Palmas de Gran Canaria)