La voz dormida

Prometía bastante más este acercamiento a la guerra civil del director de esa magnífica película titulada Solas. Pero es más de lo mismo

La voz dormida (2011), de Benito Zambrano

La voz dormida: El mismo odio, la misma guerra

Llevaba tiempo esperando ver la próxima película de Benito Zambrano. En los últimos años su aproximación a la guerra civil española era una manera ingeniosa de presentar la humanidad en ambos bandos, la ideología que no es capaz de mutilar la libertad humana que permite ayudar a personas que no piensan como tú. Era sólo un anuncio, del Atlético de Madrid para más emoción, pero que reflejaba con brillantez los cientos de miles de seres humanos que en medio de la contienda ven que nos son tan distintos al bando contrario, y que lo que quieren es tener que dejar de matar su alma a base de disparos al vecino. El espíritu del Berlanga de La vaquilla está presente en este anuncio.

Desgraciadamente, después de ver La voz dormida tengo la sensación de oportunidad perdida. Zambrano evidentemente tenía una tendencia a la izquierda pero es un director y escritor con talento que si había realizado un anuncio así y había hecho Solas, podría hacer «La película española sobre la Guerra Civil» que espectadores de todas las ideologías y creencias pudiesen ver sin sentirse atacados.

En la rueda de prensa de San Sebastián, donde se presentó la película, hubo un momento de tensión. Un periodista preguntó al director Benito Zambrano si no le había dado miedo contar una historia tan parecida a la de la película de Emilio Martínez Lázaro, Las 13 rosas, teniendo en cuenta que además ya hay una buena masa de películas sobre la guerra civil española.

En ese momento saltó a la palestra el indignado productor de la película diciendo que «eso es una mentira que a base de repetirla la gente se la cree. Y es una mentira de un sector muy concreto y radical. No deberías dejarte engañar por ella».

Ese tono de contestación, agresor y emocionalmente descontrolado, es un fiel reflejo de La voz dormida.

Viendo la película de Zambrano, de la que me gustan unas cuantas cosas (la mayoría relacionadas con la luz y la gracia andaluza que desprende el personaje de María León), me viene un sentimiento de «otra vez más», la misma piedra.

Llevo más de un año diciendo que el cine español está teniendo obras de inmensa calidad. Sin embargo sigo echando de menos la aparición de una película sobre la guerra civil que no me manipule, que muestre matices en los dos lados.

Que alguien se atreva a hacer algo parecido a La lista de Schindler, una película protagonizada por un nazi poliédrico, cruel, despiadado y frívolo, y a la vez compasivo, generoso, capaz de arriesgar su vida y riquezas por salvar a miles de judíos. O lo que el cine alemán lleva tiempo haciendo con El hundimiento, R.A.F. Facción del ejército rojo o La ola.

En La voz dormida no se ven esas ganas de contar una historia verdadera sino de dejar claro un mensaje. Lo dice el personaje de Inma Cuesta a una carcelera falangista que ha perdido tres familiares en la Guerra: «Nosotros no empezamos la guerra».

Y lo dice su director: «La película trata sobre una guerra que no tenia que haber sucedido». De esta manera su película cae en el tópico que hace que un gran porcentaje de espectadores y críticos estemos hartos del cine histórico que nos subraya una y otra vez que una España era la buena, moderna, libre, comprensiva y democrática, y la otra era maligna, medieval, fascista y dictadora.

La ventaja de Zambrano es que es hábil en varios tramos de la película. Hay que reconocerle que tiene retratos que echan para atrás: la monja de la porra, el cura amanerado, un policía ultracatólico que blasfema, la carcelera del moño que tiene diálogos que ni Cruela de Vil en 101 dálmatas… Pero al menos no utiliza excesivamente la retórica repúblicana como lo hacía Martínez Lázaro en Las 13 rosas, Vicente Aranda en Libertarias o Ken Loach en Tierra y libertad. No hay grandes discursos porque Zambrano prefiere definir personajes, algo que hace de maravilla en los personajes de un lado y que se echa de menos en los personajes maniqueos del otro.

Da pena que Zambrano deje para el final un destello de humanidad en el bando nacional, esa carcelera que se conmueve es el único matiz en un collage plagado de excesos. «Yo soy así, andaluz, excesivo», decía el director en la rueda de prensa. Quizá ese sea el problema, pero en Solas hizo un retrato que conmovía a cualquiera, fuera del signo que fuera.

La voz dormida no es así, más que intentar curar la memoria perdida lo que hace es reabrir una herida que siga dividiendo, creando conflicto entre unos y otros.

La libertad para caminar dentro de esa película, como la que percibo en Encontrarás dragones, Lope, También la lluvia o Bruc (que fácil era taladrar tópicos napoleónicos, colonialistas…), es lo que más echo de menos en la tercera película de Zambrano.

Y eso que el diseño de producción es bueno y la interpretación también. Se hace larga, en mi opinión por un exceso de escena de lágrima fácil (gente que llora, se abraza, les torturan, les humillan), pero cierra bien el telón al estilo de Solas, con una voz en off que da una cierta esperanza.

Pero ya es tarde, el muerto y los tópicos ya han sido desenterrados en 115 minutos de dirección única y toscamente señalizada.

Lo mejor: María León.

Lo peor: Que Zambrano no sale de la trinchera ideológica.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Alex Catalán
  • Música: Magda Rosa Galván, Juan Antonio Leyva
  • País: EspañaDuración: 128 min.
  • Publico adecuado: +18 años (Violencia)
  • Distribuidora: Warner
  • Estreno: 21 de octubre de 2011
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