Lady Bird: Cuando Frances Ha era Lady Bird

· Saoir­se Ronan, una actriz prodigiosa, da vida a Lady Bird, alumna de un colegio católico regentado por monjas, entusiasmada con el teatro, la música, Steinbeck, ami­ga de sus amigas, deseando tener algo parecido a un no­vio…

A los 34 años, la californiana Greta Gerwig dirige y es­cribe su segundo largo, diez años después de Nights and Weekends. Nacida en Sacramento, la cineasta y actriz relata los prolegómenos de la marcha a la universidad de una chica de 17 años que vive en esa ciudad de me­dio millón de habitantes a 120 km de San Francisco me­tida en el interior. Christine quiere ir a una universidad de postín en Nueva York y se presenta a todos como Lady Bird.

Hay cientos de películas con esta temática y la otrora mu­sa de Noah Baumbach (Frances Ha, Misstres Ameri­ca, Greenberg) afronta un relato autobiográfico en el que se persigue un sueño, una quimera: ir a estudiar a Nue­va York para convertirse en una hípster en toda regla. Saoir­se Ronan, una actriz prodigiosa, da vida a Lady Bird, alumna de un colegio católico regentado por monjas, entusiasmada con el teatro, la música, Steinbeck, ami­ga de sus amigas, deseando tener algo parecido a un no­vio… Vital, explosiva, afectuosa, dependiente-inde­pen­diente, enganchada a unos padres que la quieren con locura, pero saben tratarla sin mimos y apelando a su madurez.

Lady Bird tiene sobredosis de Gerwig, que, aunque no actúa, está detrás de esa verborrea oral y gestual tan ca­racterística de sus películas como actriz-guionista con su pareja Baumbach. Lo que se dice es muy ocurrente siem­pre, muy cool. Como en la screwball, pero con todos los lugares comunes del posmodernismo conductual de los que fueron a la universidad de 2000 en adelante. Hay caos y comportamientos que duelen, pero no el cinismo de Allen y otros que van colocando sermones de contrabando.

Lady Bird: Un relato inteligente

En el relato, se evita con inteligencia la mitificación ma­niquea de asuntos que en manos de otros dan lugar a sim­plificaciones insultantes. Gerwig está diciendo que no se arrepiente de nada, pero que tampoco está orgullosa de todo lo que hace (e hizo) con 17 años. Hay un cas­ting muy bueno y una dirección de actores excelente. La factura de la película no incluye ningún tipo de artificio en foto, montaje, sonido y puesta en escena.

Lady Bird
Lady Bird (2017), de Greta Gerwig

Un espectador inteligente verá que la cinta deja espacio para pensar y darle una vuelta a asuntos muy im­portantes. En ese sentido, los personajes de los padres de Lady Bird son magníficos. El tono desenvuelto de las situaciones propicia momentos de gran cine como el de Las uvas de la ira sonando con su devastadora fuerza emocional en la radio del coche, la compra del vestido en el supermercado, la conversación de Christine con la mon­ja anciana o el viaje al aeropuerto.

La película tiene frescura y evita la amargura, porque respeta la verdad de que las cosas no son siempre blan­cas o negras (aunque ciertamente hay una mirada re­trospectiva no siempre ecuánime: en buena medida, por­que la película no informa de algo muy relevante y de­cisivo. Gerwig y su familia son -o eran- protestantes de la Iglesia Unitaria Universalista, aunque ella fuese a un colegio de monjas católicas). Enmascarando el énfa­sis, se hace una revisión del sueño americano de las cla­ses medias: padres e hijos en un país que siempre ha ad­mirado al self-made man-woman pero que es consciente de que en el camino muchos se dejan algo más que los piños.

Laurie Metcalf (por su papel de madre) merece no uno, sino dos Oscar a la actriz de reparto. La cinta opta a cuatro más: película, director, guion y actriz principal. Me parece bien. Es un cine que cuenta cosas que merecen ser contadas y las cuenta con talento y sinceridad, con la honestidad del que no pretende dar clases de na­da ni a nadie. Al menos, yo no me he sentido sermonea­do. He visto Lady Bird como una precuela de Frances Ha, am­bas están escritas por Gerwig y son recreaciones de ex­periencias personales.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Sam Levy
  • Montaje: Nick Houy
  • Música: Jon Brion
  • Duración: 94 min.
  • Público adecuado: +18 años (XD)
  • Distribuidora: Universal
  • EE.UU., 2017
  • Estreno: 23.2.2018
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