Lightyear

En 1995 se estrenó Toy Story y cambió la historia del cine, la de Hollywood, la de Disney, la de la animación y muchas otras cosas. En 1995, y en esa película, a Andy le regalan un juguete, un Buzz Lightyear, basado en el héroe de su película favorita.

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En los rótulos iniciales de Lightyear dicen “Ésta sería aquella película”. La verdad, no me creo que fuera la película favorita de Andy. El Buzz Lightyear real es un ranger del espacio bastante parecido al juguete que lo representa en Toy Story, es decir, pretencioso y cabeza hueca aunque, al final, sea capaz de rectificar. La película cuenta cómo Buzz y su expedición se estrellan en un extraño planeta bastante hostil, donde quedan atrapados. Para volver a la tierra hay que conseguir una nueva fuente de energía y probarla. Buzz es el piloto de pruebas. Cada vuelo experimental, aunque no consigue la velocidad deseada, alcanza registros increíbles. Esos ensayos no duran más que unos pocos minutos, pero para sus compañeros de tierra pasan cuatro años.

La verdad es que la trama de Lightyear no es nada infantil; tampoco lo es su tratamiento, aunque aparezca un simpático peluche y, en el último tramo de la película, una adolescente le robe el protagonismo. La película sigue el sendero de la ciencia ficción de los años cincuenta y, siendo una simpática película de aventuras, no parece un producto Pixar, se echa en falta ese toque creativo que ha caracterizado a esta casa desde sus inicios. El más básico es la falta de acabado y los miles de detalles que deja sin explicar, por no hablar de los viajes en el tiempo y de la indiferencia con la que el testarudo Buzz deja a los suyos sin darse cuenta de la relatividad del tiempo, ni de lo que ha sucedido con su archienemigo Zorg que, en Toy Story 2 grita “yo soy tu padre”. El empeño por ondear la bandera LGTBI es bastante insistente. La animación es buena, el guion no: falta ingenio y sobra adoctrinamiento.