Los osos no existen

Los osos no existen: Modernidad y tradición

· Crítica de Los osos no existen | Estreno 2 de junio de 2023.
· Jafar Panahi cuenta una historia que parece autobiográfica, donde él interpreta a un director de cine iraní que busca expresarse a pesar de la censura.

Un director de cine iraní se instala, medio en secreto, en una aldea perdida cerca de la frontera turca. Desde allí dirige una película que su equipo rueda en Turquía acerca de una pareja que busca pasaportes para emigrar a occidente. Mientras en el pueblo se convierte en la comidilla de todo el mundo, el rodaje conoce más de un percance. Cuando su equipo se preocupa por su seguridad, por motivos políticos, el director se mete en un buen lío por haber hecho una foto en la que se ve a una pareja de enamorados, que no deberían estar juntos.

Jafar Panahi (Esto no es una película, Taxi Teherán) cuenta una historia que parece autobiográfica, donde él interpreta a un director de cine iraní que busca expresarse a pesar de la censura. La película es deliciosa, compacta y redonda, como suelen ser las grandes películas que hablan de un rodaje, o de cine dentro del cine, como La noche americana. En torno a este rodaje surgen todas esas historias que se incorporan, sin dificultad, al núcleo central. Las pequeñas anécdotas en el pueblo tienen tanta importancia como las del rodaje en Turquía. Al tiempo que el telón de fondo se deja sentir, sin necesidad de nombrarlo.

Panahi demuestra, como si hiciera falta, que se puede decir todo y hacerse entender con educación y elegancia. Ha escrito un guion en el que se dan la mano modernidad y tradición, crítica social y amabilidad. La historia tiene diversas capas de lectura y a cada uno le toca descubrir hasta dónde llega: hay dos historias de amor frustradas por motivos políticos o por supersticiones, también hay otros subtextos en los que se puede descubrir el miedo al poder, la censura, la crítica social, una mirada amable a unos rústicos aldeanos que resultan encantadores.

La realización es una prueba más del sobrado talento de este director, empezando por el largo plano secuencia de arranque -un prodigio-, pasando por la secuencia del lavado de los pies de los novios que rueda un inexperto; los planos no sirven, pero el sonido resulta un poema. La iluminación podría haber sido un problema y resultan harto expresivas, simples faros de coche o las del interior del vehículo dan miedo o seguridad.

Una muy agradable sorpresa, una comedia dramática que atrapa al espectador y le arranca más de una sonrisa.