Los últimos años del artista: Afterimage | El héroe trágico

Un mes antes de su fallecimiento, ocurrido el 9 de octubre de 2016, el cineasta po­laco Andrzej Wajda estrenaba en el Festival de Toronto Po­widoki, una pelícu­la sobre los últimos años de la vida del pintor Władysław Strze­miński. «Ahora que sabemos que este es el último filme de Wajda, es tentador con­si­derarla -apunta Elż­bieta Ostrowska– como su ‘última palabra’ cinematográfica, que cie­rra simbólicamente su obra». Sin embargo, Afterimage (me re­feriré así a esta pelí­cu­la) no fue concebida como una suerte de última palabra o testamen­to fílmico. A sus no­venta años, Wajda deseaba seguir haciendo cine; así lo cuenta Ag­nieszka Holland, su discípula y colaboradora habitual, a quien el director escribió pa­ra empezar a trabajar en un nuevo proyecto tras finalizar Afterimage. Para él hacer ci­ne no era una conquista per­sonal, sino una necesidad: «Las películas que hago vienen de mi necesidad de comu­ni­carme con el público», afirmaba el cineasta en una de sus últimas entrevistas. En esta línea, Holland escribe: «Andrzej me enseñó […] que el cine es una conversación con el espectador y que no puede existir sin él. El es­pec­ta­dor es un reto y una inspiración en la búsqueda de la verdad creativa».

Wajda ha entablado con su obra -desde Generación (1955) hasta Afterimage (2016)- una conversación en imágenes, con la gente de su propia generación y también con los más jóvenes, en torno a cuestiones estrechamente relacionadas con el pasado reciente de Polonia, como la libertad, la identidad nacional, la memoria colectiva o el papel de los jóvenes en la construcción de un futuro mejor. Aunque su último largometraje no con­cluye esta conversación, sí recapitula los términos en los que se ha planteado, así co­mo algunos hitos de su desarrollo; en muchas secuencias de Afterimage encontramos alu­siones a otros títulos del cineasta, como Cenizas y diamantes (1958), El hombre de már­mol (1977) o Katyn (2007), entre otros. Por ello, el análisis que sigue sobre la última pe­lícula de Wajda tomará como punto de partida algunas de las preocupaciones fundamentales de su cine.

Un drama polaco, de resonancia universal

Afterimage es un relato que habla en polaco y, al mismo tiempo, alcanza una resonancia universal; sigue la estela de todo el cine de Wajda, cuya insistencia en cuestionar la versión oficial de la identidad y la memoria polacas -sobre todo durante los años del co­munismo, pero también hoy- ha producido, paradójicamente, películas que despiertan el interés de cualquier espectador. «Aunque todo en él era polaco, hecho de la pasta de la historia y cultura polacas, su fuerte identidad no era un impedimento para contar his­torias que serían entendidas por todo el mundo», sostiene Holland. «Consiguió, como po­cos artistas polacos, traducir la experiencia polaca a un lenguaje universal».

En este sentido, el último filme de Wajda se inscribe en un contexto histórico muy con­creto: con la ciudad de Łódź como escenario, narra los últimos cuatro años -entre di­ciem­bre de 1948 y diciembre de 1952- de Strzemiński (Bogusław Linda), uno de los gran­des artistas de vanguardia polacos del pasado siglo. El conflicto que vertebra el relato, pre­sente desde la segunda escena del filme, es la oposición del pintor a las imposi­cio­nes del gobierno comunista polaco y, especialmente, al imperativo de pintar según los cánones del llamado ‘realismo socialista’. Según explica Tadeusz Miczka, estos cánones seguían «el mo­delo soviético de propaganda y de ejercicio de las artes», el cual «da­ba por supuesto que la imagen del mundo debe ilustrar las distintas formas de lucha de clases». Se trataba, en el fondo, de subordinar el arte a la polí­ti­ca, dando como resul­ta­do un estilo grandilocuente pero hueco: «un realismo plano», en palabras de Strze­mińs­ki. Frente a esta concepción hermética -«El mundo ya está definido», le espeta el Mi­nistro de Cultura-, él determina el arte como un ‘laboratorio de la forma’: «Los que cuen­tan son los que abren el camino a las nuevas formas», afirma en una escena.

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Reseña
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Profesor de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid