Loving: Una promesa de un hogar

Cae la noche en la tranquila y pequeña localidad de Bowling Green, Virginia. Sin un plano largo que sitúe en un contexto, el sonido constante de los grillos nocturnos invita al espectador a adentrarse directamente en el corazón de los perso­na­jes principales. El rostro preocupado de Mildred (Ruth Negga), iluminado por una te­nue luz trasera del porche, musita una noticia: «Estoy embarazada». Los grillos no reac­cionan ante las palabras tímidas y tampoco lo hacen los violines ni los timbales. En el mismo silencio respetuoso, Richard (Joel Edgerton) procesa las palabras. Largos segun­dos se suceden en pantalla, la reacción llega con la velocidad del personaje, no con la del espectador. Un esbozo de sonrisa y dos palabras sencillas abren la profundidad emoti­va de la escena. Sonrisas, dedos entrelazados y una cabeza que busca cobijo sobre el hom­bro robusto. No necesitamos nada más.

Una primera escena que funciona como declaración de intenciones de Jeff Nichols, di­rector y escritor de Loving: en la buena narración cinematográfica, menos es más. Nos en­contramos ante una película con algunos ingredientes que podrían funcionar para crear «películas banderín», películas que sirven para gritar mensajes, para convencer o pa­ra elevar la voz ante una causa. Pero Nichols no narra una lucha ni una causa, narra una historia de amor que se construye ladrillo a ladrillo, desde ese oscuro porche inunda­do del ruido de unos grillos.

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«Te voy a construir una casa». Una promesa narrativa

Tras esa primera conversación exigua, la historia de amor de Mildred y Richard se nos muestra a la luz del día, a la vista de todos los vecinos. Un amor sincero y sencillo en­tre dos jóvenes que se miran a los ojos sin reparar en la diferencia del color de su piel. Pocos minutos bastan para que su historia y sutileza nos atrape, y pocas palabras ne­cesita el protagonista para desvelar su sueño y sus intenciones: una parcela compra­da, una casa proyectada, una familia deseada. Tras un viaje a Washington, el nuevo ma­trimonio de los Loving regresa a Bowling Green, dispuestos a construir su nueva vi­da juntos.

Jeff Nichols va construyendo su propio estilo con cada una de sus películas y, como podemos ver en su última obra, parece que su intención narrativa va más allá de una sim­ple voluntad de expresión. Nichols desea contar historias, teniendo en mente siempre a la audiencia. Y así como Richard busca no solo construir un edificio, sino un ho­gar, Nichols levanta una película que no solo se mantiene, sino que acoge a quien quiera en­trar en su interior. Los cimientos de Loving se clavan en la tierra de Virginia, como si allí hubieran estado siempre. Muros firmes, estructura medida y pulida, y habitantes co­nocidos. En diversas entrevistas podemos comprobar cómo Nichols se siente cómodo ha­ciendo hogar, ofreciendo historias de carne y hueso. Él mismo, en una entrevista pa­ra el periódico The Guardian, ha reconocido sentirse más cómodo con un estilo narrativo que evite ofrecer todo ya masticado al espectador:

«Vivimos en un tiempo en el que el público ha sido educado en la narración visual, y exis­te la idea errónea de que la narración comienza cuando las personas empiezan a ha­blar. No es verdad, no lo creo. Cuando las personas entran en la escena, es cuando co­mienza la historia. Los personajes entran en la habitación con un comportamiento. Y cuando agregas a otra persona, eso se complica. Y el público es tan bueno mirando las caras de las personas y diciendo ‘¿Es un buen tipo? ¿Es un tipo malo? ¿Cómo es­tán relacionados el uno con el otro?’… Es una herramienta realmente fascinante co­mo cineasta, solo tienes que ejercitarla».

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Cine Pensado 2017El estudio crítico completo de esta película se encuentra en el libro Cine Pensado 2017, que puedes adquirir en este enlace:

Ficha Técnica

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Reseña
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Profesora universitaria. Doctora en Comunicación Audiovisual con una tesis sobre la representación cinematográfica de la memoria personal en la ficción y el documental