Madres e hijas

Rodrigo García patina en su peor incursión cinematográfica hasta la fecha con una película repleta de giros artificiosos y manipulación emocional, indignas de un realizador que ha apuntado tantas maneras en la televisión

Madres e hijas (2009)

Madres e hijas: Mucho dramatismo, poca verdad

Con una amplia y brillante trayectoria en televisión (A dos metros bajo tierra, En tratamiento, Carnivale, Big love, Los Soprano), las incursiones cinematográficas de Rodrigo García, dejando a un lado su concesión al thriller sobrenatural en Passengers, siempre se han regido por un mismo patrón: historias corales de mujeres con los sentimientos a flor de piel. Cosas que diría con sólo mirarla (1999) y Nueve vidas (2005) eran películas bastante irregulares, pero en las que siempre sobresalía algún personaje o episodio (el de Robin Wright Penn en el supermercado es difícil olvidarlo) que te hacían albergar esperanzas en que el día en el que el hijo de García Márquez tocase todas las teclas en el orden correcto, podía hacer algo muy grande. Madres e hijas, por desgracia, no es precisamente el caso. Es una cinta que se ajusta a sus esquemas temáticos habituales, pero en la que las situaciones y personajes que presenta se antojan más artificiosos que nunca.

El drama se centra esta vez en sólo tres mujeres: una cincuentona (Anette Bening) con un trauma que arrastra desde su adolescencia, una treintañera (Naomi Watts) que vive sólo para sí misma, sin comprometerse con nada ni con nadie, y una afroamericana (Kerry Washington) que busca desesperadamente adoptar un hijo. Por supuesto, y más dado que Iñárritu está en la producción, hay un nexo de unión entre las tres que se descubre según avanza la película. Es precisamente eso, el afán por hacer que todas las piezas encajen, aunque nos resulte completamente falso desde el punto de vista emocional, lo que le pierde a Rodrigo García. Los personajes principales, que de por sí ya tienen muy poco interés y que, por qué no decirlo, nos resultan bastante antipáticos, son conducidos a unas situaciones para justificar su desarrollo que directamente no nos podemos creer. Destaca entre ellas un affaire que mantiene el de Naomi Watts con su jefe (Samuel L. Jackson), con un desenlace absolutamente cursi, manido y poco creíble, que nos remite a lo de que no se deben intentar encajar las piezas artificialmente. Lo peor es que cuando el componente dramático se vuelve más incipiente, los tópicos de telefilm y la manipulación emocional barata se multiplican.

Las actrices y actores son todos de primerísimo nivel y la verdad es que no se les puede achacar nada. Se lucen en los pocos respiros que ofrece el guión y se esfuerzan en las muchas escenas insalvables que contiene la película.

Con todo, hay que seguir confiando en Rodrigo García. Basta con analizar una de las confrontaciones entre los personajes de Gabriel Byrne y Dianne Wiest en En tratamiento, la serie que creó y de la que es productor ejecutivo, para darse cuenta de que hay madera de gran creador.


▲ Las actrices.

▼ La obsesión por encajar las piezas, aunque sea artificialmente.

Ficha Técnica

  • País: EE.UU. (Mother and child, 2009)
  • Fotografía: Xavier Pérez Grobet
  • Montaje: Steven Weisberg
  • Música: Ed Shearmur
  • Duración: 125 min. +18 (temática, Sexo crudo, Lenguaje crudo)
  • Distribuidora: Vértice
  • Estreno en España: 2 julio 2010
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