El malvado zorro feroz

El malvado zorro feroz: Simplemente divertidísima

· Renner e Imbert vuelven a recurrir con El malvado zorro feroz a la animación clásica, dibujada a pluma, trazo firme y expresivo que tie­ne un efecto sensacional sobre fon­dos de acuarela. Cada imagen es una belleza.

Estamos en un teatro, ante un in­menso telón rojo, y el director -un zo­rro- se dirige a nosotros, respe­ta­ble público, para indicarnos que en bre­ves instantes vamos a ver tres piezas diferentes. Hay interrupciones por parte de algunos intérpretes y tramoyistas torpes -un conejo y un pato-. Finalmente se alza el telón y vemos la granja donde tendrán lu­gar las tres historias: Un be­bé para en­tregar, El malvado zorro feroz y Hay que salvar la Navidad. La función es obra del grupo amateur de la gran­ja. El espectáculo es divertidísimo y no solo para los más pequeños.

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A modo de presentación basta de­cir que el equipo de producción y al­ma de la película es el mismo que rea­lizó Ernest et Célestine, que compitió por el Oscar a la mejor película de animación en 2014. Básicamente el cerebro y mano detrás de aquel gran filme se llama Benjamin Re­nner, dibujante de cómics, autor de Er­nest & Célestine. Él se ocupó, con Stéphane Aubier y Vincent Patar de adaptar esa historia; Patrick Imbert fue director de animación. En es­ta ocasión Imbert es, además, co­di­rector.

Tiene esta granja numerosos animales con el carácter bien definido; el perro es vago y pasota, el conejo y el pato son voluntariosos, torpes y des­preocupados, el cerdo es responsable y preocupón…, y sus depredadores naturales son el astuto lobo y el zorro, un calzonazos de buen co­razón.

Renner e Imbert vuelven a recurrir a la animación clásica, dibujada a pluma, trazo firme y expresivo que tie­ne un efecto sensacional sobre fon­dos de acuarela. Cada imagen es una belleza. Pero, sobre todo, estas his­torias no tienen más pretensión que divertir y el objetivo lo logran con las alocadas ocurrencias y situaciones que provocan sus personajes. El guion es sólido; los diálogos, chis­peantes; el ritmo, rápido.

La historia central, que da título al largometraje, es la más redonda, las otras dos son un digno prólogo y co­lofón, que forman un conjunto a la vez tierno y un poco cruel, como los clásicos en los que se inspira. Muy aptos para hacer reír.

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