Marie-Jo y sus dos amores

Marie-Jo y sus dos amores: Entre el mar y la tierra

Marie-Jo y sus dos amores | El director marsellés, a punto de cumplir los 50, no se aleja de sus constantes habituales en su última película: el mismo marco portuario de su ciudad natal, los mismos actores con su mujer Ariane Ascaride como protagonista, y el mismo equipo técnico que en sus anteriores realizaciones. En esta ocasión no aborda el entorno social de sus conciudadanos sino el lado afectivo, explorando la pasión de una mujer madura. Sí permanecen igualmente inalterados el rechazo de Guédiguian por el mundo que le rodea y su afán por demoler lo que el califica de convencionalismos, en este caso en torno al amor matrimonial.

Marie-Jo se debate entre la fidelidad -está casada con Daniel, un constructor, al que aún quiere- y el adulterio -es amante de Marco, un marino-. Entre la angustia y la pasión, tratadas muy a la francesa, Marie-Jo no renuncia a ninguno de sus tres amores. El tercero, el más devorador e insaciable, es el que se tiene a sí misma, un amor que le impide renunciar a nada ni a nadie. No es accidental la profesión de los dos amores de la atormentada mujer: más bien simbolizan las esencias de la vida enraizada a la tierra y sometida voluntariamente al compromiso, por un lado -el de Daniel-, y el de la vida aventurera siempre dispuesta a soltar amarras representada por el quehacer de Marco. La insatisfacción de Marie-Jo, su pánico ante la rutina cotidiana, tiene en el héroe de los mares un amor expuesto al viento, abocado a los mayores vaivenes sentimentales propiciados por la inestabilidad afectiva de Marie-Jo.

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El fatalismo existencialista del director de Marius y Jeanette no renuncia a envolver esta historia pasional -con episodios de crudo y naturalista exhibicionismo sexual- en un lirismo presente en la música, en las localizaciones, en la fotografía que captura la luz mediterránea.