Maroa

La joven Yorlis Domínguez, que es realmente una chica de la calle, tiene una gran capacidad para el drama, y sus primeros planos resultan sensacionales

Maroa (2005), de Solveig Hoogesteijn

Maroa: Reeducación musical

La marginación social infantil y la capacidad de reeducación a través de la música clásica son los dos polos de esta película de la venezolana de origen sueco de 60 años Solveig Hoogesteijn, autora poco prolífica (Santera; Macu, la mujer del policía; Alemania puede ser muy bella, a veces), que despliega sutileza para abordar unos asuntos que conoce de cerca. Hay datos escalofriantes que aquilatan una historia como la de Maroa: semanalmente mueren violentamente 130 personas en las barriadas periféricas de Caracas.

La rebelde Maroa, 11 años, se ha pasado la vida delinquiendo, a caballo entre los robos y el chasquido de las balas por las calles. Pero un día escucha las notas que salen del clarinete de Joaquín, un tímido profesor de música. Joaquín se interesará por la talentosa e indisciplinada niña.

De estructura nítida, la cinta avanza haciendo hincapié en la evolución del drama y el crecimiento de los protagonistas. Al dinamismo de los diálogos debe añadirse una puesta en escena realista, algo violenta, que tiene como contrapunto la música de Bach y de Haendel. La joven Yorlis Domínguez, que es realmente una chica de la calle, tiene una gran capacidad para el drama, y sus primeros planos resultan sensacionales. En el debe de Maroa hay que colocar una cierta aliteración temática, en el último tercio de la cinta y las limitaciones interpretativas de Tristán Ulloa. La fotografía y el montaje son de dos habituales de la industria española. El guión lo coescribe el argentino Fernando Castets (Luna de AvellanedaEl hijo de la novia). Produce Gerardo Herrero.


José Luis Panero

Ficha Técnica

  • País: España/Venezuela, 2005
  • Fotografía: Alfredo Mayo
  • Montaje: Carmen Frías
  • Música: Nascuy Linares
  • Distribuidora: Alta Films
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