Mentes en blanco

Mentes en blanco: Intriga y alta tensión

Plano general de un sucio almacén. Vemos a un hombre aturdido que poco a poco se despierta y descubre un panorama aterrador: está rodeado por cuatro hombres, semiinconscientes, mal heridos, algunos de ellos atados. Está claro, por lo que observa, que se han producido varias peleas en el lugar, pero él no sabe qué ha pasado, no recuerda nada.

Poco a poco sus compañeros de sufrimiento se despiertan con las mismas sensaciones que él, ninguno recuerda nada. El almacén es como una prisión; están atrapados. La memoria les va volviendo por fragmentos. Descubren paulatinamente que han sido secuestrados, pero no son capaces de descubrir qué papel llevaron a cabo, si víctima o secuestrador. A la espera de que aparezcan el resto de los secuestradores deciden trazar un plan para escapar, sin confiar realmente en nadie, variando de posición a medida que recuperan la memoria.

Mentes en blanco supone la entretenida y digna opera prima del director de videoclips y de anuncios publicitarios Simon Brand. Parte como una secuela de conocida serie cinematográfica Saw, pero vamos contemplando paso a paso que va a más, no se trata de cómo y cuándo van a morir sino de quiénes son, y de quiénes son las víctimas y los propios secuestradores.

En el reparto, de buen nivel, destaca Jim Caviezel, que hace creíble lo que podría haber resultado ridículo: el juego de identidades que se va desvelando, a golpe de flash back, y las dudas que empiezan a surgir en cada uno de ellos. Un guionista con más experiencia habría aprovechado para elaborar un gran thriller psicológico, pero nos encontramos ante la obra de un debutante, Matthew Waynee, y el libreto apenas acierta a proporcionar enigmas que resuelve lo mejor posible para mantener al público entretenido y en tensión durante hora y media.