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Monsieur Batignole

Fábula sobre la vida, el amor y la relación padre-hijo en busca de una redención

Monsieur Batignole (2001)

Monsieur Batignole: La alegría de vivir

El París ocupado de 1942 es un lugar como cualquier otro para que emerja la figura del héroe anónimo y por sorpresa. Un simple comerciante, Edmond Ba­tig­nole (Gérard Jugnot), se ve en esta tesitura al cruzarse en su camino con un niño ju­dío al que tratará de proteger. Ése será el pun­to de partida de un viaje a través de Fran­cia en busca de la salvación. Jugnot -mundialmente conocido como el profesor Ma­thieu de Los chicos del coro– dirige y protagoniza esta bella fábula rodada en 2002 (novena de su carrera como director), que llega ahora a nuestras pantallas gracias al tirón popular del actor.

Armado con una planificación austera y bue­nos actores, logra construir una película inteligente, amena y entretenida, que quiere mostrar lo hermosa que puede ser la vida cuando se la sitúa frente a los hechos más crue­les y deleznables. Esa contraposición la muestra a través de la caracterización del pobre comerciante, reacio pero sumido a la invasión nazi, frente a la postura del colaboracionista Pierre-Jean Lamour, tan despreciable como magistralmente interpretado por Jean-Paul Rouve (César 2003 al mejor actor revelación).

Al igual que Batignole -herido en la Pri­me­­­ra Guerra Mundial-, el guión de Philippe Lopes-Curval (Los chicos del coro) y el pro­pio Jugnot anda algo cojo de su pierna más trágica. Sin embargo, logran salir airosos de su cojera apoyándose en la vertiente contraria, con varios momentos de comedia de alta calidad -la secuencia en la estación es una bue­na prueba-. El otro punto de apoyo es la re­lación construida en torno al comerciante y al niño judío. La eterna fábula del héroe por accidente, que busca su salvación a través de aquel a quien protege, sostiene por sí sola la película. Ambos son el camino que sigue Jug­not para transmitir la emoción y alegría de vivir mediante la risa más simple. El tono es distinto al de Los chicos del coro, y se po­dría describir como una versión afrancesada -más cínica, menos poética- de La vida es bella, de Benigni, donde la trágica situación no es más que un pintoresco juego a los ojos de un niño.


Una historia de gente corriente, expuesta a acontecimientos que les superan y les obligan a actuar de forma impredecible. Una fábula sobre la vida, el amor y la relación padre-hijo en busca de una redención. Y una mo­raleja final más que evidente: pase lo que pase, la vida es bella y se disfruta en libertad.

Nacho Jouve

Ficha Técnica

  • País: Francia, 2001
  • Fotografía: Gérard Simon
  • Montaje: Catherine Cléber
  • Música: Khalil Chahine
  • Distribuidora: Yedra/Festival
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